jueves, 31 de diciembre de 2009

Y dieron las doce campanadas,

Y dieron las doce campanadas,

tronaron los fuegos,
chocaron las copas,
las ironías se besan,
se abrazan palabras tibias
y en una lágrima
grita la soledad.
Se consagra la miseria,
y no hubo perdón,
mientras la luna
brilla y calla
la copa silba
burbujas sutiles
y del caliz bebe
una cruz pesada.
Corona de doce uvas,
una a una se atragantan
una a una,
doce lágrimas.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Del instinto y otras cosas...

El instinto

No es palabra que se precie, ni objeto, ni sentimiento. Es un huésped que la vida invitó sin nuestro permiso, con una razón que la razón doblega y una fuerza adormecida por la lógica.
Y son esa lógica y aquella razón sus asesinas. Tras su muerte, muere hasta la vida.

La pasión

Es efímera, profunda y escandalosa. No hay quien la detenga aunque a veces la adormezcan. Solo el tiempo la apacigua pero nunca pierde fuerza. Es la razón por la que ardemos en un campo de cenizas y es el grito que revienta cuando duermen las entrañas y se calla la memoria.
Es el alma de quien la encuentra y el verdugo de quien no la despierta.

La nostalgia

Un dolor respetuoso de la memoria se desgarra en silencio y llora con una lágrima perpetua.
Vive lamiendo el recuerdo como si fuera la ambrosía que sostiene su alma, y a veces, mastica con furia el mañana.
El ayer tardío es su cómplice y el hoy la desventura.
No se sabe si es elegida o electora de los lugares donde se instala, pero esta dama de encajes y puntillas barre siempre hacia delante dejando sin mancha el camino andado y echando polvo a la baldosa que aun no pisa.

El recuerdo

Puede acariciarte o clavarte un puñal, lo mismo da. Lo hace escondido tras una imagen o una voz, un aroma o una sazón, ¿acaso importa? Abre las puertas con su bastón blanco, cualquiera de ellas, sin golpear. Así es como te encuentra en alguna de las poses de tu día y te invade con los harapos de lo que nunca volverá.
Esquivo cuando lo llamas e impertinente cuando lo olvidas, se acomoda en un lugar más allá de la memoria…mucho más allá. Su piel se hace más tersa a medida que tu piel se seca.
Y cuando tu piel ya no tenga a quien cuidar se mudará, joven y fresco, a recrear otra historia.

La ansiedad

Una mujer, a veces gruesa y maloliente, de uñas romas y ojos saltones, otrora de facciones angulosas y vientre enjuto, la que exhala humo por su esquelética nariz y sus labios sangrantes.
Se alimenta del tiempo que se toma su tiempo, de la respuesta que se queda en la pregunta y de la duda improbable que anida en la certeza.
Habla, tiembla, murmura y muerde. Borbotea vida con acoso incesante, y por ella, la vida muere.

La tristeza

Conocí lo que nadie ha visto y vi lo que nadie ha tocado.
Fui más allá de lo que los ojos muestran y he palpado texturas sin piel que me detenga.
He ascendido por sobre la luz y la oscuridad me lanzó a la profundidad sin fin, donde es difícil reconocerse.
He bebido lava, y la furia del océano me ahogó hasta no poder gritar.
Nadie me llevó tan lejos como ella, de su mano mordí la roca y me tragó el laberinto.
Junto a ella, hoy, exhausta…sólo lloro.

Cuando se pierde

“ Por favor Dios, dejalos venir un rato …"


Cuando se pierde la piel, nunca más vuelve, y hay que imaginar un abrazo en el viento, la palabra en el cantar de los pájaros y una caricia en la espuma del mar.
Cuando los huesos se deshacen se desgrana el tacto y se esfuma el movimiento. Queda el sol de la tarde para envolvernos de tibieza como las manos de ayer que hoy están tiesas.
Y los miro en las hojas que se mueven y en la lluvia que moja mi tristeza, los escucho murmurar en la brisa y reír con la voz de las torcazas. Y como nunca, se han hecho rosa y jazmín que perfuman la soledad de la noche y el intento de la mañana.
Cuando se pierde se entiende…

Aún no

Apaguen las luces,
Quiten las guirnaldas,
No enciendan las cocinas,
Guarden los adornos y las velas,
Doblen los manteles
Y entierren el muérdago,

Aún transito el calvario.

domingo, 6 de diciembre de 2009

La verdad

Puso el nombre
Y firmó la lágrima,
Despojada y cruel,
Se animó a ser dolor.
No buscó recostarse en el consuelo
Ni acunarse en la espuma de una lástima,
Sólo implora perdón
con la sangre y lluvia
De una llaga ,
Que clavó al tiempo
En una hora lazarina.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Cuando me vaya

Cuando me venga a buscar y juntas salgamos en la noche helada sin temblar, te pido que recuerdes, llevaré conmigo el abrigo de tu ternura, y una única tristeza empañará la luminosidad de la luna.
En el camino que dejo, no hice lo suficiente, lo sé, y aún queriendo retener el tiempo, repito ausencias.
No fue suficiente el beso de mis labios, ni la caricia de mis manos, menos aún la entrega del aliento, que póstumo, lamenta tanto silencio.
No fue suficiente el dolor, tampoco la pasión ni el sacrilegio, me despiden las aguas sin cauce ni destino, tal vez por eso, llora el océano.
Me voy más desnuda de cómo he llegado, lo que dejo son los remiendos de un vestido que no supo ser, y que solo en tu piel, añoró el deseo.

martes, 10 de noviembre de 2009

La bestia interna

Se acostó con él por última vez.
Lo vió virgen y salvaje como si no hubieran existido las horas incontables que invirtió en doblegarlo.
Lo inútil del esfuerzo se reflejó en la expresión indómita como la imagen de un espejo cruel.
Murió con la bestia intacta.

Cada uno con su canto

La verdad y la mentira
lloran unísonas.
En el presidio, los libres
se visten de historias singulares
abrigados en la desnudez
de un único origen,
donde cuerpo y alma entonan
cada una su canto,
y aún así,
mueren en la misma melodía.

martes, 20 de octubre de 2009

Definitivo

En la insolencia de la finitud
arden las intenciones acalladas
por la tierra que borró toda sombra.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Eco

Fuera donde fuere
no podría silenciar el vacío,
esa ausencia permanente
donde nada pasa,
donde sólo va y vuelve,
eco de un olvido,
la soledad.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La carta

Puso disimuladamente la carta dentro del ataúd. La detallada confesión de su hijo, a quien jamás volvería a ver, ardería junto al cuerpo de su marido. Ambos de profesión literaria, los escritos premiados de uno ensombrecían los del otro. Una lucha constante que llevó a la desesperación y locura sin retorno. Una angustia que encontró remedio en sutiles gotas vertidas en el café amargo de cada noche.
El tiempo fue cómplice y el viento acogió las cenizas, mientras en el bronce quedaron perpetrados viejos honores.
Pasaron los años.
Los diarios y revistas especializados hoy llenan sus páginas con los elogios a un nuevo nombre, que, colgado de un apellido ilustre, logró despejar una sombra y hacerse luz, candela que se alimenta de la trama de un silencio y la pluma de un asesino.

Los secretos

En un instante se deshicieron en escombros las historias ocultas en el altillo de la casona centenaria, donde una familia de estirpe colonial había vivido, en comentario de vecinos y allegados, según dictaban las buenas costumbres.
Sin embargo, las maderas de aquellos rincones oscuros, quemadas por la explosión, volaron buscando el alma de la niña desvestida con violencia por el apellido noble que heredara.
Los diminutos cristales de la mínima ventana repitieron el viaje de aquel joven que saltando en el vacío encontró solaz para su vida solitaria, mientras las llamas devoraron las cartas del amor prohibido de la dueña de casa, celosamente guardadas en un secreter, dejando que las cenizas se dispersaran hasta encontrarse con los cuerpos de los amantes para no separarse nunca más.
En un balcón cercano, pero no tanto como para que la alcanzaran las astillas, una anciana llora mientras lava los secretos que el derrumbe calla con el mismo silencio de su vientre partido por la insensatez de su padre.
Deja que el polvo cubra para siempre el cuerpo de su hermano dibujado en los adoquines del ayer, y entierre los secretos de su madre, mujer hablada hasta la vergüenza como ninguna otra, detrás de la cortesía de las buenas costumbres.
La tierra deshizo para siempre las cadenas que por años la atraparan. El estruendo ensordeció memorias y recuerdos, y pudo, al fin, encontrarse con sus fantasmas.

viernes, 4 de septiembre de 2009

En el altillo

Sombra azul
de aquella caricia
que en un juego de aromas
y temblor sublime
develó el secreto
recostado en la madera.

Un diapasón vibra
entre los azahares
dibujando huellas
con máculo derroche
en la trama escondida
de aquella que fuera virgen.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Recuerdos

La economía del país tomó otra vez su filosa guadaña y sesga los jóvenes sueños. Escucho con octogenaria mansedumbre la decisión de mis nietos. Partirán a sembrar sus quimeras en tierras que prometen fertilidad y cosecha. Se despiden con el abrazo cargado de anhelos y el silencio se hace dueño de mis recuerdos.
Sesenta años me separan de aquel mar que atravesara en pos de una vida de esfuerzo y de progreso. La memoria vuelve a las calles empedradas de aquel pueblo, sombrías y húmedas, empapadas de la miseria que sólo pisa el extranjero.
Allá fui con la promesa a barrer la mugre de los que la hacen pero no quieren recogerla, a curvar la espalda bajo cargas ajenas, a llorar cansancios en una pensión oscura y maloliente.
Los años yermos me trajeron de regreso con el alma tan vacía como el vientre y la boca tan seca como el quiebre de un sueño.
Volví con los harapos del hambre recostados en el bolso que partiera rebosante de milagros escondido en la sordidez de una nave petrolera bajo el mando de un capitán sin escrúpulos, donde el sonido de los pistones embadurnados con el olor a aceites y combustible, se abría paso en la oscuridad bajo una sábana sucia, único límite entre mi piel y los dientes de las ratas dueñas de los caños y pasillos.
El agua contaminada del puerto fue la madre que me abrazó al retornar a su seno. No tengo palabras para ellos, para los que aún no tienen recuerdos que olvidar, ni memorias para los sueños.

El peluche

El cielo, dueño de la oscuridad, vio al lucero resplandecer con un brillo intenso.
Los ojos de aquel niño se encendieron al ver la oportunidad de pedirle a esa estrella de los deseos que su amigo de peluche cobrara vida. Lo apretó con fuerza contra el pecho para sentir los primeros latidos de su oso, que nunca había comido, por eso era tan chiquito.
Murmuró las palabras con la esperanza de una certeza y sintió humedad en su remera.
Al separar los brazos, sus labios se abrieron tanto como su alegría. Su amigo lo miraba con ojos nuevos y el paño, tibio, temblaba bajo su piel
Lo nombró con la cadencia de quien se sabe escuchado y por primera vez, conoció el sonido de los osos.
Las palabras corrieron con timidez por el hocico húmedo y novato.
Sin premura, pidió al niño que revirtiera su deseo en tanto una lágrima jugaba en su mejilla.
Con cierta melancolía y mucha atención, el niño fue comprendiendo uno a uno los motivos que el oso le explicara. Su cuerpo crecería hasta tal altura que ya no podría ser abrazado, ni tampoco cabría debajo de las sábanas; le sería difícil permanecer en la mochila al aventurarse a la casa de un amigo o a asolearse en la plaza. ¿Cómo haría para sentarse en la silla mientras él hiciera las tareas del colegio? Le explicó con dulzura que el tiempo pasaría para ambos, y que deseaba que su piel de felpa, con las manchas dibujadas por las travesuras y tiempos compartidos, pudiera descansar en una caja hasta que algún día, él quisiera recordar y revivirlos, y tal vez, volver a abrazarlo.
Fue entonces cuando aquel niño, habiendo cerrado los ojos, lo rodeó con sus brazos como nunca antes.
El cielo, dueño de la oscuridad, vio al lucero resplandecer con un brillo intenso, tan intenso como el de esta noche, en que aquel niño acomoda un oso de peluche bajo la cobija de la cama de su nieto.

Historias contiguas

El saludo que señalara una mínima cortesía quedó flotando detrás de la puerta del ascensor.
Ellos, cargados de paquetes, entraron en el 5º D mientras yo giraba el picaporte de la puerta contigua habiendo recibido la mirada de ella, punzante de nervios, mirada que no me era habitual.
Desde la cocina escuché golpes. Parecía que lanzaban con hondas los paquetes y cerraran con raquetazos las puertas de los muebles.
La voz de ella cobró hegemonía en el caos. Se despachó con insultos, palabras dignas de un caso policial e improperios que se me hicieron insoportables.
Fui a mirar televisión con el volumen superior al que admito normalmente, hasta que se me antojó desmesurado. Percibí que el silencio había vuelto como el sonido tenue de las buenas costumbres. Respiré con alivio, pero no tanto.
Me entretuve leyendo una novela de un autor barato, el tiempo se me hizo eterno.
Un grito sacudió con el sabor ácido de la intriga y el fatalismo lo más profundo de mis entrañas.
El pallier se desperezó con cierto bullicio. Minutos más tarde, el sonido impertinente de una ambulancia irrumpió en mi ventana. Era esperable.
Lo previsible siempre tiene una cara de misterio, pero mi sensatez dominó por sobre mi curiosidad y el anhelo. No podía ni quería salir.
Las puertas se abrían y cerraban, en tanto se mezclaban los murmullos que supongo, unos de policías o enfermeros, otros de curiosos y vecinos, pero no distingo la voz de él, ni la de ella.
Tiempo después, el silencio se recupera.
Pasé la noche dormitando apenas hasta que a las cinco y media golpean débilmente la puerta.
Abro, como tantas madrugadas en los últimos meses, y ella se cuelga de mi cuello, agotada.
Preparo café y nos sentamos en la cocina. Escucho en silencio la detallada descripción de los hechos, tan cuidadosamente planeados en otras horas oscuras. La discusión violenta que encendió en un corazón débil un ataque de nervios; él, tragando la pastilla equivocada, deliberadamente correcta; el espasmo, el síncope, el testimonio inútil del servicio de emergencias, las declaraciones, los oficiales condescendientes y el abundante dinero de la estafa en el bolso que ella dejó caer en la entrada.
Me abrazó con ternura y soñó en voz alta los proyectos que tejimos juntos en tantas noches robadas.
Entre las palabras exhala bostezos y le sugiero que descanse. Se recuesta en el sofá y le acerco un jugo de naranjas con un sedante, deliberadamente incorrecto. Se duerme. La beso en la frente sabiendo que nunca más me vería, ni a mí, ni a sus sueños. De ahora en más, son sólo míos, ellos y el dinero.

martes, 25 de agosto de 2009

Soy

Soy espejo y soy imagen,
soy el aire y soy aliento,
soy silencio y palabra,
vacío y materia,
abismo en los ecos,
sonar que resuena
decires diversos.
Soy sed que bebe aguas ajenas,
soy arroyo, soy río y soy mar,
…o solo exudo miserias.
Soy forma y reflejo
soy arena y espuma,
a veces, soy piedra
perdiendo su tiempo
en el tiempo de horas
tan mudas y ausentes,
tan ahogadas y tercas.
Soy oasis en los sueños,
o en la aridez de otros ojos,
soy alma que rebota y se seca.

La imagen

En un mundo tan geométricamente perfecto y escandalosamente técnico, sólo la magia logra doblegar soledades, acunar sueños o encender deseos.
Pero ella no contaba con la lámpara del genio, el hada madrina o la pócima de la bruja; aunque llenó de inciensos el aire sofocado de angustia y encendió velas de tantos colores como vibraciones prometían alterar la quietud de las noches umbrías.
Corrió muebles y rincones hacia el norte y otros puntos según sugerían tendencias orientales o vaivenes energéticos del universo. Hasta cambió su nombre para forzar su destino.
El sueño indeleble se fue durmiendo en los brazos de la magia esquiva.
Hechizos y hechiceros se hicieron añicos a pesar de sus intentos y durante años rumió soledad sin poder digerirla.
Pero una tarde, la masticó con furia y se atragantó con un collar de promesas engarzadas una a una tras tantos sorbos de agua. Y el sueño se la llevó en andas.
Se fueron juntas a un silencio sin ausencias que las esperaba con la fuerza de un quebranto.
Y el mundo, geométricamente perfecto, recuperó con celeridad su equilibrio reordenando con sorda eficiencia las piezas.

El camino

El sendero es tentador. Está bordeado de flores que invitan a ascender entre ellas hasta un lugar que se adivina luminoso.
Por debajo, las aguas quietas reflejan un celeste de dudosa realidad. La tierra, perfectamente alisada, ofrece un andar sinuoso y sin resistencia.
¿Por qué no recorrerlo? La curiosidad aumenta y el primer paso se mueve, cuando un ave, indiferente, perturba tanta decisión.
Lo observo detenerse frente al camino, ni las flores ni el aroma lo atraen; se va sin remontar vuelo.
Entonces dudo, y con la duda presto atención. El sendero no se sostiene, carece de apoyo y se lo traga el aire con un sorbo infinito.
La luminosidad se pierde a lo lejos, e intuyo, detrás, la oscuridad perpetua.
Me doy cuenta. Volteo la espalda y me alejo. El sendero se esfuma.
La muerte se fue a tentar a otro.

domingo, 31 de mayo de 2009

Eternidad

Edades varias arrojan
cascadas de sombras sin nombre
que la historia guarda, celosa y muda.

Se van las letras, quedan los idiomas
se pierden amores, las almas con ellos
y sólo el deseo se anima otra vez...

Amanece

Una luz tímida barre hasta los rincones más oscuros. Se lleva sin permiso la quietud de las angustias, la intimidad de las lágrimas y deja algún vestigio de caprichosa soledad.
Se aceptan los colores que la noche no admite, se dibujan las siluetas que aquella desconoce, se recitan los sonidos que en la noche no se versan.
Las musas se despiden y los duendes escapan; el hechizo se deshilvana, puntada a puntada.
Es la hora sin hora, la que reune al día, indeciso, con la noche que aún no dijo hasta mañana.

Aquel atardecer

Pendiente de un hilo, como el último ardor del sol que huye tras curvas extranjeras, así me sentí cuando tus manos se llevaron mi tiempo y mi deseo.
Fue un instante, tan rojo, tan intenso, como el segundo en que el horizonte devora las brasas del día y la noche quema, tan helada, tan oscura.
Aquel adiós sin despedida fue como un atardecer que olvida la calidez de su promesa, confinando al poniente a un eterno destierro...ya no habrá soles que amanezcan, ni mañanas a tu abrigo.

domingo, 10 de mayo de 2009

Los miedos

El hacha insiste
golpeando la piedra
que avanza
con su estela de fracasos.

Esa,
que consume esfuerzos
desgrana ideas
y roe voluntades.

Aquel,
hierro inútil
que carcome su filo
con furia imprecisa
y desacertada.

Si tan sólo un golpe
de metal esbelto
acierte la soga,

se desprende la roca,
y caerán los miedos.

Sola en el mar

Por primera vez, ante la inutilidad de mi cuerpo agotado de patalear sin destino, tomo conciencia de esta estéril fisiología.
Hoy, podría ser sólo pulmones y corazón, para encontrarme en este patético estado, donde el arriba y el abajo pierden su objeto, donde los puntos cardinales se anillan en una eterna circunferencia de puntos indistintos e inservibles.
¿De qué sirve el marrón de mis ojos (aún si fueran verdes, celestes o grises) en este similitud de horizontes que caen sin la esperanza de toparse con obstáculo alguno?
Los oídos se emborrachan de viento y del baile monocorde de las olas, privados de mínimo tono, del sonido de una letra, y hasta de mi respiración.
No hay tiempo ( y para qué sirviera), ni distancia, ni dueño de luces o sombras, ni agua ni tierra...ni dentro ni fuera...
Soy parte de una molécula de agua, que, como tantas, se va a evaporar.

viernes, 24 de abril de 2009

Uno, dos...tres

Cuando Celia cerró con fastidio la puerta, Carlos comprendió la violencia de inútiles intolerancias. Se le clavaron en la piel los reproches que, ahogados en las tazas del desayuno o adormecidos bajo las sábanas, ahora rebotan en las paredes sacudidos por el portazo.
Cuando ella cerró la puerta, Carlos se dió cuenta que Celia había comprendido. La realidad puede ser un fantasma, el fantasma tener nombre, y el nombre un cuerpo, que no es el de ella.

domingo, 12 de abril de 2009

Una serie de definiciones equívocas ( abandonar el origen)

La siembra en campo ajeno
es cosecha inhóspita
donde el peor de los desiertos
quema la semilla
despojada de la cuna.
Es pesadilla en partes solitarias,
sueño desmembrado
que se alimenta en la agonía
de atardeceres sin mañana,

… en una noche,
la más oscura y silenciosa
se teje un hilo frágil,
una cuerda,
y entonces, tal vez,
se enhebren los átomos.

31 de diciembre 2008

Estás cerrando la puerta. Me da miedo. Aún así, ayudame a echarle el cerrojo. Se abrirá una nueva y el vacío sostendrá el pie que avanza en silencio con cierta timidez.
Las voces arderán ajenas a este momento de profunda y fértil soledad. Es la hora del bullicio que me encuentra frente al espejo donde se reflejan con los colores de ayer las pinceladas de mañana.
Es la hora del adiós temido, por ser despedida, es la hora que conduce al reencuentro, donde la lágrima juega con la risa, donde te olvido, y me esperas.

Casandra - Una de parcas

Casandra

Se fueron. Estaban heridos hasta el llanto, y dejaron colgadas en el aire las palabras que desnudaron sus sentimientos. Fueron horas de un monólogo del alma.
Veo sus espaldas reducirse a través del cristal de la ventana. Siento lástima por ellos, no por su herida, sino por su ceguera. No vale la pena avisarles de nuevo. Escucharán, como siempre lo hicieron; no son sordos, sino soberbiamente incrédulos.


Una de parcas

Hacía mucho calor. Sin embargo, no podía dejar de correr. El pullover de hilo que había estrenado esa mañana se me pegaba al cuerpo sin dejar siquiera un espacio sobre mi piel por donde el sudor se escurriera. Estaba tejido a mano y a medida, tal como rezaban las recomendaciones, por la más hábil especialista.
Llegué a su casa y toqué el timbre. Me respondió la indiferencia del silencio. Sacudí con violencia la puerta. Sin otra alternativa, se abrió dejándome pasar al vestíbulo en sombras, donde ella tejía sin cesar y sin levantar la mirada.
- Me ahogo – le grité – ¡ este saco está maldito!
Sus ojos pardos atravesaron los míos.
- Yo sólo hilo, la prenda sobre tu cuerpo, es asunto tuyo.

lunes, 9 de febrero de 2009

Abismo

Las puertas del abismo se abren sin guardias ni centinelas.
Su soledad se aleja hasta diluirse en los brazos de quien la espera...el pecho cargado de recuerdos, y su nuca susurrando ausencia.

Ideas...

La ola lima la arena, y de tanto en tanto...trae piedras



Mira su postura,
escucha sus palabras,
calla sus silencios,
luego...
dí si lo amas.



"...y si pensara que hace cientos de años alguien sembró estos pinos porque sabía que hoy estaría escuchando tu voz en el viento que los mece..."