sábado, 4 de diciembre de 2010

Caronte

La luna esboza su silueta en el mínimo oleaje mientras el horizonte cae tras el agua oscura del anochecer.
Aparece el contorno de una forma que avanza sin velas por el mar inmenso como si buscara algo en la orilla lejana.
En el contraste de oscuridades la barca se recuesta sobre la arena, tan silenciosa como las voces de una tumba.
El barquero se acerca hasta no confundirse con las sombras.
Le pregunto su nombre, responde que no importa.
Sólo dice: “te vengo a buscar”.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

al pasar de...

rama vacía,
el invierno es la cuna
de quien espera.

al pasar de...

El viento devela secretos,
las hojas murmuran,
y la verdad arde en el sol de la mañana.

Siete veces

Siete veces creyó en la muerte,
siete noches volvió a nacer,
callaron siete palabras,
siete gotas caen...
Una sola vez
llora el milagro.

jueves, 11 de noviembre de 2010

...

Colmar de rosas
el cuarto que bebió la sangre,
es acariciar la voz que truncó la bala
y hoy retumba en mis oídos
como histórico mandato.
Hay un decir inquieto en el silencio
…y aún no termina de hablar.
Cortar las rosas
( que crecen sobre esas huellas)
es perfumar la ausencia,
lavar la palabra,
y hacerse uno,
reconocer los ojos
que jamás nos miraron,
pero que ajenos desde un retrato,
no se olvidan.

La casa

“…
la casa
completa el universo.”
Alberto L. Ponzo


de pronto el sol se hizo dueño,
se llevó las sombras,
y el viento levantó el polvo.

tejas tibias, paredes frescas,
baldosas viejas.

la tierra es verde,
…azul y blanca la virgen
que abraza mis rosas.

Hermanos

Hay un lazo irrompible por más distancias que lo cercenen. El silencio más poderoso jamás podrá callar al sustantivo que los une, y aunque la sangre corra por venas ajenas, es vida que fluye de un único origen.

Podemos irnos…sin despedidas,
Caminar, sin tocarnos,
Y aún así,
Seguiremos siendo.

viernes, 1 de octubre de 2010

Ciclo

Sólo las torcazas entienden el silencio del paraíso
desnudo como si llegara la muerte.
En las mañanas miro su boceto
mientras la noche acuna su belleza.
Bajo el sol del noveno mes se adivina el encaje,
vestirá de gala ...
(aún no comprendo).

En la próxima helada, me desvestiré con él.

El marco

Pasaron tres años desde la muerte de su tía, una anciana de tez blanca y ojos negros, labios finos y cabello desordenado. La recordaba sonriéndole desde una extrema delgadez que siendo niño, le impresionó como si se tratara de un esqueleto.
Desde la tarde en que ella suspiró en paz recostada en la cama de nogal, tomándole las manos y dejándole la mirada en sus ojos, él jamás volvió a tocar esa puerta cancel que tantos recuerdos oscuros y temerosos le traía.
La noche que volvió a la casa se le antojó especialmente lúgubre. La luna estaba escondida tras inmensos nubarrones que predecían fuertes tormentas.
Los servicios de luz y de gas habían sido dados de baja hacía más de un año. Al entrar, el aire nocturno simuló arrojar un atisbo de claridad sobre el piso de mosaico del hall, extremadamente oscuro. Efímero efecto que desapareció no bien cerró la puerta tras de sí.
Con un poco de memoria y un tanto de tacto, fue avanzando hacia el escritorio, que, según su recuerdo, era una habitación reducida, o tal vez así le pareció por la cantidad de bibliotecas que colmaban las paredes. Sabía que una ventana espiaba la calle y confiaba en que el alumbrado público lo ayudara a moverse con más soltura.
Palpó una puerta y retiró la mano con asco cuando las telarañas se enredaron en sus dedos. Las sacudió lamentando no haber llevado los guantes descartables ( ya se había sentido un infeliz al olvidar la linterna en su casa).
Cuando abrió, no pudo evitar un suspiro de alivio. A través del vidrio empañado por la mugre de la ventana del escritorio se colaba un indiscreto y cómplice haz de luz. Le pareció que los pies cobraron firmeza.
El rabillo del ojo le advirtió sobre una sombra en el único rincón de pared desnuda. El corazón le latió con fuerza y gritó sin vergüenza, sabiendo que nadie lo escucharía, ni tampoco acudirían en su ayuda.
La sombra no se asustó. Quedó suspendida en la pared. Entonces tomó coraje y se acercó a observarla con detenimiento. Su propia sombra se interpuso entre las viñetas de un marco labrado con exageración y el yeso sucio de la pared.
Se recordaba con siete años abrumado por la inmensidad de ese cuadro que lo miraba desde una altura prohibida para él. Jamás pudo olvidar el temor que le producían los vericuetos del tallado simulando extrañas máscaras, o quizá gestos voluptuosos.. Hoy le jugaban la misma experiencia, como si el tiempo no hubiera pasado o las alturas no se hubieran nivelado. El espanto lo invadió persiguiéndolo hasta la vereda. Respiraba con dificultad. Se inclinó apoyando sus manos en las rodillas y se descubrió adulto. Decidió volver a entrar. Fue sin pedirse permiso, y creyéndose valiente, se detuvo ante la caoba exquisitamente trabajada. Extrañas caracolas entrelazadas enmarcaban un paisaje marino en el que nunca se había detenido.
No podía creer lo que estaba viendo. Se olvidó de lo que había ido a hacer. Sólo se llevó el cuadro.
Ahora, cada vez que lo mira colgado frente a su escritorio, sueña con fantasmas y se rie de los miedos.

martes, 21 de septiembre de 2010

sensaciones

La soledad más infinita y dolorosa
es el silencio de tu tarde,
la noche a tus espaldas,
las mañanas ciegas.
Es la que se olvida de nosotros,
la que mastica una salina,
la que muerde el desierto
y crece árida y sedienta.
La soledad más punzante es la que se clava en tus manos,
amordaza tu palabra
y se desliza sobre tu piel esquiva.
Es el tacto marmóreo,
el gris áspero, cementino,
la lluvia indecisa
que no canta en el tejado.

poema

El viento danza rodeando al árbol
y suspira en la maraña que lo ahoga.
Si fuiste bosque, yo fui pradera
y el páramo, oculto
aún doblega al paraíso.

las preguntas de...

¿ Cómo explicar que los días son oscuros
y la noche soledad interminable?
¿ Cómo entender que la silueta se escapa
tras una sombra indefinida
sin pasos, sin huella, sin meta?
¿ Acaso podría imaginar por un momento
que la piel no toca, los ojos se abruman
y la palabra se vacía?
¿ Cómo explicar el giro sin norte
ni sur que lo oriente?

No puedo responder con claridad.
Nadie entendería.
¿ Para qué preguntar?
¿ Acaso es necesario un porqué para morir?

miércoles, 25 de agosto de 2010

desde el sueño

Se descubrió los ojos descorriendo la sábana hacia el pie de la cama. Ni los párpados cerrados disimulaban la felicidad que lo invadía. Bastaba verle los labios arqueados como luna creciente. Su respiración era lenta. Le tomé las manos y me recosté a su lado. Cerré los ojos.
Nos encontramos bajo un roble enorme enmarcado por un verde extenso y brillante. Me sonreía. Dejamos la sombra para que el sol cegara nuestras miradas. La tibieza de su mano se quedó en la mía, y apoyados uno en el otro nos fuimos haciendo horizonte en tanto la oscuridad escondía nuestras huellas. ¿Fueron horas las quie pasaron? Tal vez la noche robó el calor de nuestras manos. Hace frío. Con un gesto le sugerí que diéramos la vuelta: " Regresemos al sol", me pareció decirle. No me escuchó, o no quiso responder. Cuando me intuí despierta, estiré la sábana. Creo que no respira.

viernes, 16 de julio de 2010

Oquedad

Ni las estrellas se apagaron
en la noche más oscura
cuando toqué el vacío
y el abismo rozó mis pies.
Aún la luna, quejosa
y oculta, se retiró a medias
señalando, pálida, mi piel desnuda.

La palabra

La miré sorprendida, como si la sorpresa fuera ella, pero fue su palabra. Una palabra insignificante: “entonces”.
Ella la pronunció abrazada entre signos de pregunta, tan invisibles como contundentes.
Entonces, el término que por sí solo carece de sentido lógico, cobró la lógica de la consecuencia, de la conclusión cayendo, inexorable, desde un razonamiento, aquel por el que ella me condujo con la astucia del profesional.
-¿Entonces? – repitió mirándome a los ojos.
En ese momento el reloj marcó el fin de la sesión.
Ella se levantó y con una sonrisa me invitó a hacer lo mismo para ir juntas hacia la puerta. Palmeó mi hombro y se despidió en la penumbra frente al ascensor.
“¿Entonces…?” me repetía internamente como apurando la respuesta que me negaba a decir, a pronunciar, porque la rechazo y me define.
¿Entonces?, entonces…soy adicta.
Y sólo entonces, lloré.

julio

La noche se despierta
en el plumboso atardecer sombrío.
La fusión se aleja y el calor se acuesta
donde el fuego abandona la media de su día.
El viento calla y el frío silba en las hendijas ,
enrojece la piel que la noche muerde derramando moras.
Si hasta el polvo se cobija bajo la luna helada
y el aire queda solo, diáfano,
conmigo.

Desenlace

La sábana y la mano sobre su vientre,
presurosas,
se llevaron la niñez y le trajeron una mujer.

sábado, 3 de julio de 2010

El juego

Eran las siete de la tarde. En el bar de los gallegos, frente a las vías del ferrocarril, ya estaban los clientes habituales: Julio, dueño de la única tintorería del barrio; Pedro, uno de los médicos más viejos de la guardia del Hospital; Lucas que alquilaba el local de al lado donde funcionaba su peluquería, y don Matías, diariero de profesión, cuyo impresionante kiosco se desperezaba al alba ofreciendo un abanico multicolor.
Se reunían todos los días, antes de regresar a sus casas, para tomar un descanso entre el ajetreo del trabajo y el desafío del hogar o la insistente soledad. Un refugio de hombres con sabor a ginebra y espíritu tácito de manada rumiando pertenencia.
Un periodista, desde el aparato colgado en un rincón alto, murmuraba sobre el acaecer económico nacional, crímenes oportunistas y el avance meteorológico.
Los vasos se vaciaban en el mostrador sumidos en la escasa elocuencia de sus efímeros dueños.
Julio y Pedro pidieron cartas y se fueron a una mesa situada al lado de la columna, para jugar un truco apostando sencillamente la sensación del triunfo.
Don Matías y Luis, giraron en las altas banquetas para espiar el juego y el devenir de la astucia.
Mientras, Pepe, casi desaparecido detrás de la cafetera, pasaba y repasaba el trapo rejilla sobre el mostrador, con el rabillo del ojo atento a su negocio, desdibujado por los aros azulados de cigarrillos y cigarros.
Una silueta delgada entró semioculta por la humareda. Un personaje desconocido, oscuro, envuelto en un abrigo siniestro. Tomó asiento en una banqueta enfrentada a la mesa de al lado de la columna y pidió a Pepe con voz baja y contundente:
- Tequila.
El cuello alto y un gorro de lana negra desteñido, dejaban entrever unos ojos achinados, una nariz afilada que parecía cortar el aire que inspiraba y unos labios finos, cuarteados y níveos.
Cinco miradas se agacharon sobrecogidas ante tan lúgubre imagen.
- Embido – Julio rompió el silencio levantando sus ojos y tocando la punta de sus cartas con las manos resecas.
- No ha venido – contestó Pedro volviendo su mirada hacia el extraño y luego a su compañero, enarcando sus cejas, ladeando su cabeza como sacudiendo una idea molesta y concentrándose en el juego.
Entre cantos de truco, vale cuatro, real embido y retrucos, se fueron sucediendo las manos, restableciéndose una atmósfera corriente con cierto dejo inquietante.
Uno, hábil comerciante, acostumbrado al juego de ganar y ceder, del debe y el haber, al manejo de máquinas escupiendo vapores y sabedor de los secretos que dejan las telas impecables.
El otro, cargando años de emergencias, en donde la celeridad y la creatividad se dan la mano con el conocimiento para que la vida no se escape detrás de la sangre o se ahogue en pulmones desoxigenados.
La astucia y la picardía eran las señoras que alardeaban mano a mano absorbiendo los sentidos de cuantos allí respiraban.
Los cuadrados cruzados que iban saltando de cinco en cinco entre las malas y las buenas, arribaron a un parejo trece a trece, donde el embido no canta y el truco es rey.
No había ojos que no estuvieran concentrados en ese minúsculo campo de batalla de madera desgastada en el cual se batían cual gladiadores, cuyas únicas armas eran un trío de cartones pintados y una estrategia sigilosa, desafiante y anticipadora.
Julio desliza en silencio sobre la mesa un tres de copas sin dejar de sostener sus cartas.
Pedro se toma su tiempo para determinar su desafío. Apoya con lentitud el tres de oros y sosteniendo la mirada en la de Julio dice:
- Truco.
- Mm… - las dos cartas en sus manos parecen entablar un diálogo con Julio, quien las mira con atención y de soslayo observa a su contrincante. – Paso – contesta apoyando sus cartas con cierta actitud de simulada rendición que invita a una última batalla.
- Decisión equivocada – se escuchan las palabras del extraño.
Los parroquianos lo miran, mientras él agrega:
- Como en la vida – gira su cuerpo en la banqueta y se inclina desapareciendo en su tercer vaso de tequila-.
Todos son aplastados por un silencio que no admite recovecos. La magia de la última pelea se diluye cual arroyo moribundo.
- Como en la vida – murmura el hombre imbuido en el aroma fuerte de su bebida mexicana – Como en mi vida y en tantas otras. ¿De qué sirve el desafío si el miedo obsesivo nos paraliza disfrazado con un triste ropaje de soberbia? ¿Para qué vienen las oportunidades si no existe el coraje de tomarlas y correr el riesgo? Si sabré de estas cosas. Pude haber sido lo que nunca seré. Lo tuve todo, lo perdí todo. Me llamaban “bueno”, mientras en lo más conciente de sus avaros corazones se mofaban de mí.. Mi idiotez, mi altanería y mi debilidad se hicieron cargo siempre de las miserables y cobardes decisiones que rumbearon mi vida construyendo esta escoria deambulante. Viví de sueños esquivando realidades. Ni siquiera atisbo una pizca de arrepentimiento, porque hay que ser imbécil para no darse cuenta que los arrepentidos desean un cambio…y yo, soy como el huevo podrido que sigue exhalando sulfuro por más pintada que tenga la cáscara.
Sus pensamientos se habían hecho murmullos, y sus murmullos, palabras resonantes.
Cinco corazones latían fuertemente, temerosos tal vez de una reacción desenfrenada de este individuo oscuro y malherido…o tal vez temerosos de que se desencadenen en sus propios latifundios aquellos sueños enterrados bajo la cotidiana condición de supervivencia. Aquellos sueños tan lejanos y cuidadosamente ocultos en las cuevas de una seudo satisfacción rutinaria.
Pedro se levantó de la mesa pausadamente para no mover siquiera el aire enrarecido. Lucas y don Matías, como en un acuerdo ancestral, se bajaron de sus banquetas. Los tres tomaron sus abrigos, y con apenas una leve inclinación se perdieron en la bruma nocturna.
Julio guardó las cartas, se las entregó a Pepe y salió. Dicen que al amanecer, lo encontraron muerto frente a las vías.
Al extraño, nunca más se lo vió.
En las noches, frente al bar de los gallegos, se huele a tequila.

Desalojo

El mate calentaba el hambre que la olla vacía no saciaba. El silbido helado que cantan las hendijas enmudecía la mano tiesa sobre el papel arrugado. La birome, sin capuchón, esperaba indecisa a un costado del codo flaco y desnutrido.
El hombre gordo suspiraba impaciencia con el portafolio de cuerina resquebrajada por la insolencia y la intolerancia.
Un simple garabato imposible de eludir constataría las deudas de la desocupación y la miseria, cerraría las hendijas para siempre y acunaría la pobreza bajo una manta y diarios viejos en alguna vereda acogedora.
Los ojos vidriosos fotografiaron en la memoria el catre desvencijado, la pava negra y abollada, el mate de lata y la bombita de veinticinco que colgaba de un cable raído.
Firmó. Se fue con la manta a saludar al viento.
El gordo dio la señal a los hombres de mameluco que fumaban afuera.

Carne negada de cielo

Susana sueña frente a la imagen sinuosa de su desenfado. De nada sirvieron las mil sensaciones salpicadas en sutiles noches de arrebato sensual y sostenido. El abismo de su vientre acuna años de encierro dormido, clausurado a millones de huéspedes fortuitos y desafortunados.
Ella sabe de su silencio y su deseo. Sospecha de la suciedad de su suelo. De su íntima tierra violada en su infancia por Santiago Sosa, el sabueso ávido de virginidades involuntarias, el encargado de cuidar el mutismo de mínimas historias prisioneras bajo lápidas pálidas .
Susana se asoma cincuentenaria al desolado porvenir vacío de cielo, ausente de mañanas suaves cobijando cunas de terciopelo y tules frágiles.
Llora la sangre que aquel le ha robado, manchando sus senos, sembrando en su oquedad quimeras cautivas que viajan en noches sin llanto y en pechos vacíos.
Susana se alisa el cabello . Se recuesta en el camastro sobre el que saltaron señores y jovenzuelos aplastando su carne, saboreando su sueño.
Se desliza sumisa bajo la sábana.
En la mañana fría, Santiago Sosa, ávido sabueso sabedor de su oficio, encierra las ilusiones de Susana bajo el centenario cemento del cementerio.

jueves, 10 de junio de 2010

tarde

El viento es verbo,
el negro pensamiento
y el azul es mediodía
que esboza acuarelas
sobre el césped ,
la alondra que aguarda,
y la tarde
que ocurre lerda.

jugando con ellos

Ellos son, siempre fueron ellos y siempre lo serán. Jamás seremos parte, ni yo, ni nosotros, porque ellos siempre serán eso, ellos.
Lejanos, pero no lo suficiente como para no nombrarlos. Los veamos o no, sabemos que están..son ellos.
El día que ellos se vayan, si es que pueden en alguna instancia desaparecer, tal vez yo tampoco exista, ya que yo soy yo porque no soy ellos.

miércoles, 21 de abril de 2010

Día tras día

El aire estaba tan quieto como él. Por eso ella tuvo que andar en puntas de pie. Para no despertarlo.
Movió la puerta con la misma suavidad con que se acaricia un niño y agradeció que las bisagras no chillaran.
Salió de la habitación y recién entonces se permitió un suspiro. La luz del sol que entraba por la ventana le hizo entornar los párpados.
Como un saludo, escuchó un escandaloso canto de chicharras imposible de acallar en esta tarde de cielo azul.
Quedó inmóvil en la sala. ¿Se habrá despertado? La cama no emitió ningún quejido, entonces, ni se había dado vuelta.
Relajada, fue hacia el aparador, abrió una de las puertas y sacó la botellita disimulada detrás de las copas de licor. Vertió unas gotas apenas en la taza de loza azul, lo acostumbrado. Volvió a guardarla y fue a la cocina a calentar agua en la pava.
Dispuso en la bandeja el mate y la bombilla para ella, y el café para él, con el azúcar al lado de la taza, como siempre.
Abrió la puerta del dormitorio y no le importó el chirrido de las bisagras. Lo llamó. Una vez, otra.
Un tanto sorprendida le movió los hombros. El, estaba tan quieto como el aire. Lo dejó así.
Fue al aparador, buscó la botellita disimulada tras las copas de licor, y la arrojó a la basura junto con la taza. Ya no eran necesarias.

sábado, 17 de abril de 2010

Fue a orillas del mar...

Sentada frente a la ventana, con las manos temblando bajo la manta, dejó que la tormenta agitara sus recuerdos tanto como el viento enardecía las olas que devoraban la costa. La playa se veía gris.
Se estremeció al sentir la arena tibia jugar en su espalda y el agua fría enredarse en sus piernas extendidas en aquel atardecer recostado para siempre en su memoria. Como si el sol se pusiera hoy, dejó que la sonrisa se escapara.
El cielo había coqueteado con los colores pincelados por la complicidad del fuego que los acompañara aquella tarde, y tantas otras.
Con la mirada dibujando ayer entre las sombras, asintió con la cabeza… esta agua inmensa, sumergida más allá del horizonte, fue testigo de su entrega cuando la magia acunó el milagro.
Se dejó llevar por un viaje vertiginoso hacia las sensaciones que aún sacudían su piel de arcilla, esa explosión que inundó su vientre como el mar que se llevó un secreto atado a un hilo de sangre.
Y ella, como él, callados y en silencio, se fueron haciendo viejos.

La duda

Se levantó a cerrar la ventana porque el frío le tocó la espalda, o tal vez, se estremeció de miedo.
Volvió a la cama y acurrucado, se cubrió la cabeza con la almohada sin animarse a inspirar ni exhalar aire, como para no interrumpir el silencio.
Forzó el cuerpo a una rigidez tal que las sábanas quedaron tiesas, y apretó los párpados para mimetizarse con la oscuridad.
Pensó que había transcurrido una hora, o lo había deseado.
Durante el tiempo que fuera, no escuchó más aquellos silbidos que supuso del viento, ¿o fueron un sueño?
Pudo abrir los ojos, pero prefirió no hacerlo. Tuvo miedo del miedo, o de descubrirse muerto.

viernes, 26 de marzo de 2010

...

El sol se atrasa tras un poncho gris,
la mañana no se despereza
y aún las horas se apresuran,
la noche estira su delirio,
y yo, todavía existo.

La vida

En un principio, desperté los sabores escondidos
en el arco iris infinito,
de la inocencia de aquel tiempo sin tiempo para prejuicios.

Una mañana, supe que podía elegir
y la memoria señaló los preferidos.
Degusté manjares y bebí del néctar y el espíritu,
expandí mi aliento y recogí fragancias
que maridaron en el alma y hoy
embeben, serenas, las conquistas.

El aroma del té reposa en el atardecer
y olvida lo que supo a fracaso,
impregnando la noche en que me despido,
el perfume de la mañana me será esquivo.

A ella...

En la curva de tu espalda
reposan los sueños y el cansancio de la infancia,
se almacenan los changos
cargados de leche y dulce,
del pan y el milagro
que nutren la hora temprana.

En la curva de tu espalda
se acomoda el vientre
donde el aliento encontró su cuna
y se dibuja el pecho
tendido en ofrenda
hacia una especie que aún domina.

En la curva de tu espalda
se enredan dudas y lágrimas,
la fuerza y la impotencia,
el abrigo de las noches, la soledad
y la impertinencia de las mañanas.

En la curva de tu espalda
no hay descansos ni rincones
donde ocultar arrugas o estrías,
muecas, o el dolor de las sonrisas.

Tu espalda que se curva
bajo el peso de una duda,
aquello que no supiste,
esa piedra que cautivó tu inexperiencia,
y que en silencio,
aún dibuja horizontes.

Duele...

Duele el amigo,
Duele la piel que lo recuerda,
Duele la pared que añora su sombra,
Duele el pasto que olvidó su marca,
Duele la silla que no cruje,
Duele la vajilla que aguarda en la alacena.

Duele el amigo,
Duele la lágrima,
Duele la canción que lo nombra,
Duele el silencio poblado de chicharras,
Duele el tedio,
Duele la paz, que ya no es deseo,
Sino desgarro y ausencia.

Acuario

Si el conjuro escrito
en letras impersonales
se hubiera desprendido
de la hoja
y me hubiera acompañado,
otro sería mi destino.
Pero las constelaciones
jugaron con los símbolos
y la buenaventura.
La tinaja que me signa
se volcó vacía,
y los peces,
nadaron confundidos.

lunes, 8 de febrero de 2010

al pasar

Cuando la mañana duda y la noche pide permiso...el día no existió.

martes, 19 de enero de 2010

La noche distinta

La luna aligera su ropaje ante el sol nuevo. Ni plata ni oro, el paisaje luce neutro.
Ella mira el entorno como si éste la tragara, sediento de su seda desgarrada.
Camina entre las matas que muerden sus tobillos. No siente la sangre que mancha sus sandalias, sólo un dolor en el pecho que aprieta con su mano.
Los pájaros coronan su cabeza con un canto lastimoso, solidarios con sus lágrimas. Ya estaba cansada de correr, de huir de la bajeza. Sabe que dejó atrás dos bocas hambrientas en un cuarto alquilado, un ropero con tres vestidos y tantos manoseos, desvelos que le dieron poco de comer y nada para elegir. Se había acostumbrado, ya llevaba muchos años tomando de sus días lo que la noche le robaba. Pero ayer… fue distinto.
Anoche, fue violada.

...

Vuelo tu mejilla,
navego tu lágrima
y encuentro el sosiego…

Tal vez,
una tristeza lejana
se niega a ser ceniza.

jueves, 7 de enero de 2010

La otra tierra

- Es la primera vez que piso suelo de su país – dijo realmente emocionada mientras la conducían por los salones exquisitos.
- Déjeme mostrarle la hermosa vista que tenemos desde la terraza – le respondió solícito su guía y acompañante.
Subieron por una majestuosa escalinata de mármol y atravesaron un inmenso portón de vidrio más limpio que el aire.
La brisa vespertina jugó con el cabello de ambos, y ella apoyándose en la balaustrada suspiró.
- Nunca he visto esta variedad de verdes naturales. Y desde aquí, las farolas de las plazas parecen iluminar un bosque de duendes y hadas. Es hermoso! Esta tierra es maravillosa! Nunca había estado en el extranjero, no sabe lo feliz que me siento!
El sonrió satisfecho.
La acompañó hasta la planta baja y la despidió con una solemne delicadeza.
Ella, extasiada, cruzó Av del Libertador y tomó un taxi hasta su casa. Cuando sube le dice al chofer: “ No sabe lo lindo que es Estados Unidos!