lunes, 26 de diciembre de 2011

como de espuma...

El médico puso su mano sobre el hombro de Mercedes. La presión de sus dedos apenas rozó el anticipo de las palabras que escogería cuidadosamente para confirmarle que el bebé se había desprendido. Bastó la mirada.
Ella contuvo las lágrimas mientras escuchaba la voz tierna que le hablaba de tiempos, de esperanzas, de oportunidades, de tratamientos, de…tantas cosas que no le importaba ahora entender y menos, retener en la memoria.
Las manos se tendieron con calidez, y la puerta se cerró sugiriendo una próxima visita dentro de un tiempo prudencial.
Mercedes atravesó la sala de espera sin apartar los ojos del piso, el rabillo se distraía con vientres gozosamente vivos.
La calle vespertina la invitó a caminar entre sus luces. Llevó la mano sobre su cuerpo, le pareció vacío.
Se detuvo ante una vidriera. Blancos inmaculados y esponjosos, rosas tenues y mullidos, celestes espumosos, tonos de una inocente paleta de colores pasteles se debatían en una sinfonía de batitas, mantas, escarpines, baberos, caricias que se le escapaban de las manos por un designio incomprensible.

martes, 20 de diciembre de 2011

El nombre de la cámara

Cuando la tibieza de los cuerpos desnudos gritó por última vez en la oscuridad, fue el momento que la historia se cobró para desenterrar la miseria humana y proclamar la bestialidad del punto más alto de la escala biológica.
Allí, exactamente en aquel lejano lugar donde la conmoción universal se unió en un llanto doloroso y cruel, se ven hoy las flores silvestres que la tierra generó sobre los huesos de las muertes insensatas.
Un nombre colgaba de un cuadro que mis abuelos sostenían en la pared de entrada de su casa como si fuera la marca o el escudo de honor de una familia real. La curiosidad me llevó a cientos de archivos, recovecos funestos de mil historias sin nombre para la historia de los libros autorizados, nombres inolvidables en los corazones de hijos, nietos, sobrinos, o simplemente conocidos. Nombres innombrables en el salvajismo de la intolerancia y la soberbia.
Y fue entonces cuando las barbaridades comentadas en alguna que otra clase de historia mientras cursaba la secundaria, o registradas en las páginas de un libro morbosamente ilustrado, o plasmadas en la pantalla como el relato de lo que pareciera la locura de un cineasta desquiciado, cobraron una presencia tan real como indeleble en la sangre que me recorre. Porque un cuerpo que es parte del mío se quemó con otros miles después del grito en las cámaras oscuras. Porque por mis venas corre la vida denigrada. Porque uno de aquellos cuerpos tibios es parte de mi piel, hoy apenas marchita.
No pude menos que viajar. Necesitaba pisar la tierra que durante tantos años fue parte de mi historia y me fue ocultada. No me corresponde preguntar porque.
Si bien el traslado duró horas, no hubo tiempo suficiente (ni lo habrá jamás) que lograra preparar los ojos, los oídos, el corazón, el cuerpo para entrar y ser parte de esta memoria.
Mientras recorría el paisaje junto a otros que, como yo, tragaban un silencio estremecedor, mis ojos se detuvieron en un par de flores silvestres que salpicaban con un color intenso nuestras grises emociones. Me pregunté si sus raíces bebían de su sangre e impulsivamente la corté.
Hoy, esa flor está entre las páginas del manuscrito de mis memorias., como un faro en el horizonte, como el resplandor en la tiniebla, como ese color que jamás perdió, porque sí, sus pétalos bebieron de su sangre, la que hoy está en mis venas, dignifico y venero.

El deseo y un destino

El silencio se prolongó hasta que no pudo romperse, quedando aquellas palabras como un corolario en la vida de quien muchos pensaban era un desgraciado, y que yo, sólo por haber estado un poco más de tiempo a su lado, pude comprender como el deseo generoso de un corazón herido.
Es cierto, deseó la muerte de quien lo había llevado a la suya, aunque no lo supiera (si bien ya es sabido que un portador es también una víctima y que padecer la enfermedad, solo es cuestión de tiempo.)
“Que la muerte se la lleve pronto” fue su último gesto de amor, necesariamente incomprendido. La adoró tanto que no quiso imaginar siquiera que pudiera sufrir nada de lo que él soportó en su agonía.
Deseó su muerte, y se la deseó serena.
Y tal vez, fue la fuerza de ese amor y ese deseo la que provocó el ataque cerebral que en apenas unos minutos la llevó con él para fundirse como una sombra eterna.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Despedida

La mañana no se decidía. La silueta de los cipreses resaltaba sobre un fondo celeste y casi al mismo tiempo los plátanos se recortaban sobre el acero tormentoso. Los responsos andaban atrasados, quizá el sacerdote aún no había llegado, se aglomeraban personas frente a las capillas, algunas enrojecidas por la tristeza, otras, sostenidas por el aburrimiento deseando que la espera se acortara y diera por finalizado el deber y la cortesía.
Los carros fúnebres parecían un cortejo múltiple interminable.
Caminé con las manos en la espalda y los ojos abiertos, también esperando. Los grupos se fueron intercalando entre los saludos. Mujeres bronceadas, vestidas con colores claros, destacadamete rubias, pisando la misma vereda incierta que la muchacha de pies morenos enfundados en sandalias de cuerina, con la piel surcada por un trabajo a cielo abierto, hombres de traje, hombres de saco, hombres de campera, hombres aferrados a una manija que insiste en dejarlos.
Los nombres en los coches hablan de personas mayores, abuelas o abuelos, nombres que hoy son apenas recordados, otros, más modernos, se negarán al olvido de un inconsolable hermano, padre o sencillamente, un amigo.
Las capillas se alinean dando paso a los féretros, anónimos y lustrosos, algunos más, otros menos…se escuchan palabras similares de reflexión y de consuelo, un texto bíblico, algunas lágrimas se hacen oir, otras se derraman casi sin tocarse.
Nos acompañamos en el último trecho, compartiendo las pisadas, mucho más de lo que caminamos juntos en vida, y las preguntas compiten por un arrepentimiento y varias promesas.
El sol se asoma, la mañana se asienta. Suena la tierra golpeando la madera, los cuerpos tibios se acarician y dicen cosas…
¿Cuándo volveremos?
La salida nos despide, las calles nos trasladan, se adormecen las palabras, se olvidan las promesas y atrás, quedan las cruces a la espera…

lunes, 28 de noviembre de 2011

La ferretera

Ya son las siete y media, mejor voy bajando la persiana. No vaya a ser que sobre la hora de cierre aparezca un cliente nuevo. Tenías razón, la ferretería es muy absorbente. Esta tarde estuve pensando mucho en vos; vino una chica de unos veinte años vestida con una de esas remeras tan cortitas que parecen una vincha fuera de lugar y me pidió algo que sólo pude haber conocido a tu lado, en aquellas tardes revolviendo y ordenando cajas en la trastienda, apurando mates tantas veces fríos … mirá si yo, mujer de veredas y escobas, voy a saber lo que es un baremo. Si me habrás aburrido tardes enteras contándome de clavos, tornillos, sacabocados y cientos de objetos que para vos y otros pocos más son de enorme utilidad.
Como te imaginarás, me sentí realmente orgullosa de no poner esa cara que tanto me criticabas cuando no entendía o no sabía lo que buscaba un cliente. Supongo que vos también estarías orgulloso.
Pero no se porqué hoy estoy tan amable con vos, como si te hubieras muerto y yo fuera la viuda fiel y acongojada del mejor ferretero del pueblo, si en este preciso instante tal vez estés retozando como un cabrito acá nomás, a la vuelta, en los brazos de esa mujer que vino a quedarse como la inocente y pobrecita peluquera.
Si, mejor voy cerrando…

La misión

Seguramente nos va a llevar más tiempo del que suponemos, pero no por eso vamos a abandonar el objetivo.
En primer lugar y para que te conozcan bien, vas a vivir en la casa de un artesano. Está comprometido con una mujer joven que será como tu madre. Se obediente. Lo importante es que te vean pero que no llames la atención. Claro, eso vendrá más tarde.
Después de un tiempo prudencial, saldrás en busca del socio que te está esperando. El lugar es cerca del río, no lo olvides. Allí él tendrá reunidos a un grupo de personas. No te engañes, no todos están implicados, alguno puede ser que quiera ser cómplice y se te acerque demasiado para después darnos la espalda. Fijate vos, lo vas a poder manejar seguramente.
A partir de ese momento, cuando ya te reconozcan como líder, dale duro a la campaña. Caminá, hablá, gritá, hacé todo lo necesario, hasta milagros si se te ocurren, no dejes un minuto sin dejar las cosas bien claras, porque si no, se nos va todo literalmente al demonio.
Bueno, hasta acá tenes alguna duda? No? Bueno. Después viene la parte difícil. Algunos incompetentes te empezarán a perseguir. Cuando te la veas complicada o si tenés ganas de abandonar, andate bien lejos y recordá que el tesoro es inmenso, que cuento con vos y sobre todo que vos contás conmigo. Algunos de ellos también cuentan con nosotros.
Claro que con tanto tiempo de soledad te van a acechar los enemigos, así que no pases más de mes y medio. Con eso bastará para recuperar fuerzas.
Es muy probable que en cuanto te hagas ver nuevamente te echen el guante. Te la van a hacer pasar duro, muy duro, pero no aflojes, acordate que nuestro plan exige sacrificios pero vale la pena. Por ahí te juzgan como a otros delincuentes. No les hagas caso, vos y yo sabemos la verdad.
Los conozco, tanto, que casi estoy seguro lograrán matarte. Se van a sentir satisfechos. Mirá la sorpresa que les espera. Eso sí, no aflojes ni por un segundo, porque te necesito. Es más, van a tener tu imagen colgando como un souvenir para no olvidar que ellos pudieron doblegarte, son tan tozudos, caprichosos y soberbios que pasarán siglos antes de que acepten la verdad. Otros lo llevarán como estandarte.
En fin hijo, allá vas. Te espero.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Papel de seda

La mañana entró por el postigo apenas entornado. Bajo la sábana se desperezó la modorra y la tibieza del sol le arrebató los sueños que quedaron sobre la almohada.

Ella despegó la espalda y buscó las chinelas para protegerse del frío. Sus pies rozaron el mármol y se deslizó hasta la cocina como si fuera una hoja de seda flotando en el viento.

El camisón de batista insinúa sus curvas atravesadas por los días sin bocado y las semanas de encierro. Abrió la alacena solo por hacerlo, sin esperanza ni sorpresa.

Hacía un año que la depresión la desvistió para nunca más salir. En todo ese tiempo, los víveres se fueron acabando en forma racionalmente imparable y lo único que entró fue el agua de la cañería.

El ardor en la boca del estómago ya no le hacía ruido y era una sensación tan cotidiana como inevitable, similar a respirar.

Hace ya meses que dejó de inundar las horas con tristezas; ahora son amigas, excelentes amigas, tan amigas como sólo aquellas que no necesitan mirarse para saberse acompañadas.

Juntas repasan las cartas, unas amarillas que muestran la crueldad de un corazón que se escondió en el papel para abandonarla después de haberla enamorado, palabras que se leen y resbalan sobre la piedra lisa de una pasión asesinada, que ella aún recuerda.

Otras, de cartón desteñido y bordes raídos por el manoseo de interminables solitarios, que se suman empujando a los atardeceres para que pasen desapercibidos.

Cuando llegó a la cocina buscó sobre la mesada un poco de la yerba reseca. Se acercó a la hornalla con un jarro con agua. Encendió el fuego y dispuso la preparación del único mate cocido que bebería caliente. Mientras el agua llegaba al punto justo de temperatura detuvo su mirada en la ventana. Tras la mugre del algodón de la cortina percibió una sombra apoyada en el árbol de la vereda. Una sombra demasiado quieta. El agua hirvió y salpicó su mano. Ni siquiera gritó el dolor del líquido en su piel. Puso la yerba, revolvió la infusión de un verde cada vez más deslucido, y se sentó frente a la mesa como siempre.

Sin embargo, no se sintió como acostumbraba. El paisaje permanente que sostenía su quietud había sido modificado. Se acercó otra vez a la ventana. La sombra aún la miraba. ¿ La miraba? Sí, ella así lo sentía. Con los dedos flacos apresuró el borde de la cortina. La sombra cobró nitidez. El cuerpo del hombre le era extraño, pero no su mirada. Soltó la tela, sintió la sangre golpeándole las venas. Se apoyó en la mesada para no caer; la cabeza le daba vueltas y temió perder el conocimiento. Cuando se notó más firme, volvió a correr la cortina y pudo fijar sus ojos en los de él. La piedra lisa se quebró y las lágrimas la encontraron de nuevo.

Como un soplo de vida fue a la puerta, la abrió y el aire jugueteó con la batista.

En los brazos de la sombra cayó un papel de seda.

lunes, 24 de octubre de 2011

Decisión

Tomen asiento señores. Esta vez me van a escuchar, lo harán como si de ésto dependiera el futuro. Es probable que así lo sea.

Todos, sin excepción, siendo de rostros tan diversos, han invadido mi terreno virgen.

Hace años se han pegado a mi sombra, se adentraron en la oscuridad de mis refugios, se apoderaron del temblor de mis palabras y la palidez de mi vergüenza.

Violaron mis sueños, boicotearon mis proyectos, crecieron alimentándose de mis entrañas vulnerables. Hablaron por sobre mi silencio, hicieron de mi murmullo átono su discurso soberbio.

Los conozco. Se sienten invencibles, dueños absolutos, creyentes engreídos que suponen manejar a su antojo personas y destinos.

Los veo actuar hora a hora, día tras día, noche a noche. Incansables y sostenidos.

Señores, hacedores del fracaso y la fatiga, escuchen bien porque hoy es el día que les arrebato su poder, los dejaré tan débiles que ni el aire podrán atravesar.

Se esfumarán para siempre las máscaras perversas de cada uno de ustedes porque a partir de hoy los desplazo de mi vida señores miedos.

Recuerdos

La economía del país toma otra vez su filosa guadaña y sesga los jóvenes sueños. Escucho con octogenaria mansedumbre la decisión de mis nietos. Partirán a sembrar sus quimeras en tierras que prometen fertilidad y cosecha. Se despiden con el abrazo cargado de anhelos y el silencio se hace dueño de mis recuerdos.

Sesenta años me separan de aquel mar que atravesara en pos de una vida de esfuerzo y de progreso. La memoria vuelve a las calles empedradas de aquel pueblo, sombrías y húmedas, empapadas de la miseria que sólo pisa el extranjero.

Allá fui con la promesa a barrer la mugre de los que la hacen pero no quieren recogerla, a curvar la espalda bajo cargas ajenas, a llorar cansancios en una pensión oscura y maloliente.

Los años yermos me trajeron de regreso con el alma tan vacía como el vientre y la boca tan seca como la aridez de la arena.

Volví con los harapos del hambre recostados en el bolso, aquel que partiera rebosante de milagros, ahora escondido en la sordidez de un navío sin escrúpulos donde el sonido de los pistones embadurnados de aceites y combustible se escurría en la oscuridad bajo una sábana sucia, único límite entre mi piel y los dientes de las ratas dueñas de los caños y pasillos.

El agua contaminada del puerto de mi tierra fue la madre que me abrazó al retornar a su seno. Ahora, descanso en su regazo.

Miro las espaldas que se marchan a través de la ventana, no tengo palabras para ellos, que aún no tienen recuerdos que olvidar, ni memorias que elegir.

sábado, 15 de octubre de 2011

Penumbra

Donde la luz es evasora
y la oscuridad esquiva
todo se nota
y nada se ve.
Alli, el color es cobarde,
la linea se ignora
cada sombra es algo
y todo algo es casi nada.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Como un árbol.

Los plátanos se vistieron con un delicado encaje verde que se teje con fuerza cada día, una fuerza que acumularon en la desnuda soledad del invierno y hoy se expande hacia lo alto y hacia lo ancho aún sabiendo que el vestido glamoroso volverá a caer, no como una pérdida irreparable, sino en una renovación profunda que en cada ciclo lo eleva más, pues la raíz robustece su espíritu en la riqueza oscura del alimento.

Dicen de...

Dicen que los idiotas

creen en los pájaros de colores.

Así me juzgarán entonces

porque creo en el zorzal de pecho naranja

que canta y come en el jardín;

creo en el benteveo con su traje amarillo

y la corona negra enmarcando su cabeza

cuando elige la miga para su nido;

creo en los horneros de ocres suaves

paseando por el césped confiable y verde;

creo en los gorriones menudos e intensos

que picotean migajas entre las briznas;

en el ave majestuosa cuyas plumas

como dedos blancos dibujan alturas en el cielo;

en el amor eterno de las torcazas.

creo en sus mensajes, su presencia,

en sus cantos y trayectos.

Dicen de los ilusos

que viven en las nubes…

ilusa me llamarán entonces

porque mi alma respira bajo las estrellas

y la escucho en el silencio.

Creo en las formas caprichosas

de los vestidos blancos,

creo en la voz del viento,

el grito de la tormenta,

la melodía de la lluvia

y la caricia del rocío.

Dicen de los locos,

que hablan con las cosas…

Protegeme la locura

de escucharte en el roce del follaje,

de alabarte en el sol, rezarte en el árbol

y susurrarte en la luna.

Protegeme la locura

de pensarte en las aves,

amarte en los frutos

y decirte en los ojos mansos del cordero.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Noche oscura - día claro

Una noche oscura

¿Cuanto tiempo es necesario para saber si un sueño es sólo un sueño?

¿Qué cantidad de esperanzas se agotan y renuevan ante la realidad que no cambia?

¿Cómo aprender a distinguir el delirio y la locura?

¿Es la fe un invento que adormece la postergación?

Sin embargo, no puedo dejar de creer... ¿Será que no puedo creer en mí?

Estoy cansada y no se ven estelas detrás. El anhelo parece escaparse. No pude aprender cómo funciona la vida, no interesa tampoco…

El día claro

¿Porqué comenzó el día con las palabras “defender la vida”?

¿Será la respuesta al sentimiento humedecido anoche con lágrimas y sorbos de té verde?

¿Es quizá Dios que habla desde el silencio y grita con las voces de los hombres o susurra en el nacimiento de las hojas?

Otra vez el alma se escurre en el viento, alza su angustia al cielo y deja al sol entibiar su anhelo.

Pero la piel se seca y el deseo quema. El ciclo empuja sin importarle si la tristeza posterga.

La arena corre entre los dedos sin detenerse. Solo a veces me pregunto donde acaba el desierto.

...

¿Qué soy si no soy ahora

lo que fui ayer?

¿Cual sueño me desvela

si la hora venidera no encuentra el mañana?

La aurora se detiene para siempre,

aquello que busca el alma

lo devora un tiempo finito,

y él, perseguido sin prisa

recorre un camino

( que se me antoja)

interminable como la eternidad.

El último viaje

Con la mano sobre mi hombro, no puede avanzar al ritmo de mi movimiento; aún así, sus dedos rozan mi cuello.

Como un atardecer tormentoso, la luz se fue haciendo sombra sin sol que la entibiara. Hace frío y el camino está oscuro, sin embargo, es difícil equivocar el rumbo. Creo que sigue a mi lado. El sendero sugiere un único destino…los desvíos quedaron atrás, muy atrás. Tan atrás como percibo su sombra. ¿Estoy sola?. No encuentro su tibieza en mi cuerpo. Quiero detenerme pero no puedo. Avanzo. En la ruta que transito no hay espacios. Se escapa la noción de lejanía, tampoco puedo ver si estoy cerca….¿cerca de qué? ¿lejos de donde?

Por primera vez tengo miedo. Miro alrededor, casi ni me encuentro; no hay lugar, no hay tiempos. Sólo silencio.

Y yo, con la nada, inmensamente quietas.

La niña

La luna, solapada, observa por entre los cuerpos tormentosos a la niña que tantas noches le hablara.

El muelle sostiene sin esfuerzo la silueta mínima que había huido de la casa en busca de consuelo y de silencio.

Con la cabeza caída, pronuncia uno a uno los dolores pintados en el cuerpo; títeres negros descansando en sus hombros, rodilla de súplica morada y un labio partido por la sangre de la vergüenza.

El río grita su furia y el viento, cómplice, se compadece.

Cae la niña y el agua, sinuosa, acaricia y lava cada herida. Ella encuentra el silencio allí en la oscuridad que le ilumina el rostro, y sonríe.

El universo

Tantos todos de infinitas partes,

partísimas idénticas de una diversidad interminable.

El uno marca lo único, el dos se abraza

y el infinito se multiplica.

Cada sol empuja los sueños de una misma luna,

los cuantos danzan en el océano y el abismo.

Nubes en el cielo, también en el útero,

es piel de electrones de curiosas texturas,

la misma que llora toda materia,

sea la primera estrella, o sea la última herida.

El lugar

Sólo escucho el murmullo interno. Se me antoja que tras el hierro pintado hay algo que no puedo siquiera imaginar. Me extraña que nadie busque la salida. Todos actúan con una normalidad casi excéntrica. Me pregunto porqué hay hombres apostados en las esquinas. ¿Son guardias? ¿Hay motivos para defenderse? No pareciéramos representar ninguna amenaza, casi da risa de sólo pensarlo. Tal vez exista un peligro afuera. No podemos salir, lo se porque me lo impidieron. ¿Nos están protegiendo? ¿Cual es el riesgo?

Las preguntas son mías, sólo mías. La mayoría de los hombres dormitan en el suelo; las mujeres, agrupadas, susurran lágrimas y gimoteos; los más jóvenes mastican astillas de madera y los niños, como siempre, ajenos.

Decidí ser parte del ambiente, ocupé una silla próxima a la única mesa, apoyé la cabeza en mis manos, y me dejé abandonado.

Un ruido ensordecedor ocupó el vacío. Miré en derredor. Todo estaba igual de quieto. Entorné los párpados y una luz escandalosa quebró mi penumbra. Busqué desesperado con los ojos tan abiertos. Todo estaba igual de sombrío. Con terror cubrí mi cabeza bajo los brazos. Los gritos y aullidos me enloquecieron. Me levanté trastabillando. Todo estaba tan sereno. Corrí. Golpee con fuerza cada pedazo de hierro sin saber si era pared, puerta o ventana violada. Me sudaron las manos y un escalofrío se alojó en mi espalda. Grité hasta que la voz me dejara.

- ¡ No quiero morir! ¡ Sáquenme! ¡ No quiero morir!

Entonces, sólo me miraron, primero con cierto recelo. Rieron. Les devolví la mirada, con atención y sorpresa. Lo supe entonces. Estamos muertos. ¿Es este el averno?

Teatro

Parpadean las sombras vestidas de amarillo,

La flauta traversa hilvana melodías en el telón que abarca los sonidos.

Una voz, escondida en los parlantes, susurra.

Los duendes salen a escena y danzan recortando figuras extrañas bajo la bóveda que los cobija.

La ilusa

Me senté en el banco de la plaza tiritando bajo el sol tibio de un atardecer de invierno.

La tristeza y la rabia, conjugadas en llanto, humedecieron la bufanda tejida por la miseria. No encontré coraje en mi espíritu agotado.

Debí haber gritado, sacudido su inercia, atacar su soberbia, pero las palabras me esquivaron ahogadas por el estupor y la vergüenza.

El me expulsó como se echan a las ratas. Y había dicho amarme. Yo, nunca lo hice. Pagué con mi piel sus deudas, serví con mis noches sus vicios y mi hambre sació la suya.

Pero él, había dicho amarme.

sábado, 18 de junio de 2011

Lo que se va

Tantos amaneceres muertos,
tardes que roban el tiempo y callan para siempre.
Las almas se despiden, se mecen en el aire y son recuerdo.
Queda el hambre, un camino desierto, un ahogo sin retorno.
El último amanecer se despereza...
si acaso el sol se reflejara en la ventana,
quizá, esta vez no muera.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Exilio

Recogí los pasos del destierro
y los llevé,
hasta que la nada
se hizo el único camino.

Descarno

Las siluetas del horizonte se llevan los deseos allí donde nace la oscuridad. El atardecer se roba el día. El día se alimentó de los sueños y en la noche, mueren solitarios.

Recuesta su cuerpo sobre el lecho vacío. A tientas adivina la piel que lo abandona. Se percibe mísero, se sabe olvidado.

Una lágrima le recuerda la esterilidad de su esfuerzo. Le lava la mejilla y le hace surco al cansancio.

Cierra los párpados. Le niega los ojos al juego nocturno.

No habrá luz que lo despierte ni sol por la mañana.

Volarán los teros, gritarán los álamos con la voz del viento. Pasarán de largo. No encuentran sueños ni deseos.

Solo azul

Bajo el intenso infinito
maduran las moras,
los racimos se mecen
sobre un fresco arco iris.

Se abrazan las sombras
detrás de los abedules
y fluye de las piedras,
un cielo cristalino.


Los reflejos muerden
las aguas oscuras...
ahogan tristezas
de una lejana orilla.

La angustia de la Parca

Me enamoré más veces de las que he nacido, y aún así, la pasión no deja de ser un grito obsceno y oscuro. Todo destino me es prohibido y no hay mirada en mis espejos.
Los cuerpos que amé son apenas un recuerdo y los besos sepultaron su aliento dejando en mis labios un efímero sabor a entierro.

domingo, 24 de abril de 2011

24 de abril

Adios es una palabra que puede durar catorce años...o más
Su aroma persiste y se expande...
me abarca y me acerca
a Dios.

jueves, 14 de abril de 2011

Plenitud

¿ Qué escribir si el horizonte dibuja milagros y narra maravillas sobre pergaminos incontables?
¿ Pueden las palabras retener sus versos? ¿ O las corcheas danzar su melodía?
¿ Qué acuarela se anima a prolongar su transparencia?
Empeño inutil de manos infinitas.

viernes, 4 de marzo de 2011

El otro lenguaje


El parpadeo de los árboles ante la brisa diminuta y la danza de las flores bajo el soplo imperceptible son los mensajes que no encuentran palabras en el abecedario.
Son las caricias sin piel, los secretos y sus respuestas infinitas.

Acallar el alma de consonantes estridentes y vocales voluptuosas es habitarla de vaivenes que nos acunan en la serenidad de los misterios y certezas.