miércoles, 11 de mayo de 2011

Exilio

Recogí los pasos del destierro
y los llevé,
hasta que la nada
se hizo el único camino.

Descarno

Las siluetas del horizonte se llevan los deseos allí donde nace la oscuridad. El atardecer se roba el día. El día se alimentó de los sueños y en la noche, mueren solitarios.

Recuesta su cuerpo sobre el lecho vacío. A tientas adivina la piel que lo abandona. Se percibe mísero, se sabe olvidado.

Una lágrima le recuerda la esterilidad de su esfuerzo. Le lava la mejilla y le hace surco al cansancio.

Cierra los párpados. Le niega los ojos al juego nocturno.

No habrá luz que lo despierte ni sol por la mañana.

Volarán los teros, gritarán los álamos con la voz del viento. Pasarán de largo. No encuentran sueños ni deseos.

Solo azul

Bajo el intenso infinito
maduran las moras,
los racimos se mecen
sobre un fresco arco iris.

Se abrazan las sombras
detrás de los abedules
y fluye de las piedras,
un cielo cristalino.


Los reflejos muerden
las aguas oscuras...
ahogan tristezas
de una lejana orilla.

La angustia de la Parca

Me enamoré más veces de las que he nacido, y aún así, la pasión no deja de ser un grito obsceno y oscuro. Todo destino me es prohibido y no hay mirada en mis espejos.
Los cuerpos que amé son apenas un recuerdo y los besos sepultaron su aliento dejando en mis labios un efímero sabor a entierro.