Cuando el
espíritu muere antes que el cuerpo, no se distingue el día de la noche y el
silencio es la ausencia de uno mismo. El tiempo, de tan interminable, se duerme
y aburre. No hay sentido ni sentimiento. La tibieza es fría, el gris el único
color y los ojos, la ventana por donde se ve la nada.
Cuando el cuerpo
vive más que el espíritu, la huella no deja marca, y el aliento retorna como
póstumo suspiro. Las voces se rompen cual cristales que caen en piedras. Y
saltan desplegándose como lágrimas infinitas.
Cuando el
espíritu muere antes que el cuerpo, el dolor es dueño.