martes, 9 de abril de 2013

El reflejo


La mira mecerse. Ella pierde la redondez con la misma celeridad con que la recupera. Simula jugar con él a las escondidas, como la luna oculta por las nubes que corren tras un destino. En el afán de atraparla tiró la línea. Las gotas saltaron y la boya se acomodó entre ellas. No hay carnada que la atrape, ni la hubo nunca. Aún así, quedó sentado con las piernas fuera de borda, oliendo ese mundo de aguas oscuras, de hombres sombríos, en el que la mujer no es bienvenida, sólo devorada en los puertos, una a una, en silencio. Los nombres no permanecen, únicamente algunos vientres colmados. De ellos, unos son rasgados, otros, lloran en la novena luna. Entonces los hombres vuelven a partir a las aguas sin recuerdos.
Por eso él ahora está en silencio, con la mente vacía, las piernas abandonadas al vaivén de las olas, y las manos tristes sosteniendo una línea. Porque esa luz esquiva que pretende atrapar en el agua, es como aquella que quedó sin nombre.
De la mujer… un reflejo.