miércoles, 23 de julio de 2014

Paz

¿Cuando se escapó de entre nuestros dedos el suave marrón de la tierra para enredarse ahora en la fragilidad blanca de tantas luchas?
Desnudos alzamos al cielo nuestros brazos nudosos, como esos árboles desvestidos por el invierno. La súplica ya no es más súplica, es entrega serena y confiada, con la certeza de abrazar la bendición de la promesa: recibirán vida, y vida en abundancia.

Y la piel rugosa del cuerpo cansado, revivirá para dar nueva sombra y frescura.