sábado, 8 de octubre de 2016

Asombro y melancolía en un lugar tan acogedor como fueron sus ladrillos a inmigrantes, esclavos y mestizos. Luces tenues y faroles míticos iluminan los misterios que escondieron calles breves entre adoquines desparejos. Se estremece el alma al pisar viejos andares, locuras y desvelos. Entre anchas paredes que albergan camastros, baules y un aire oscuro y fresco, se adivinan los silencios y se permite un diálogo callado sobre la vida grabada con huellas invisibles. Es así como susurran los labios quietos, y la historia nos hace suya.

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