La niebla espesa de estos días nos sumerge en una emoción incómoda: la cortina impuesta por un clima adverso oculta al horizonte y se reproduce en los ojos cegados a un destino cierto, temerosos de cualquier movimiento.
El entorno ávido de césped, álamos y hacienda ya no es el límite seguro que define el lugar, el lugar que ocupamos. Se desdibuja así también nuestro ser, nuestra identidad, nuestra certeza. La bruma densa nos empuja puertas adentro, de las paredes, del alma.
Encontramos refugio alrededor de un fuego, en la salamandra, el hogar o el brasero. El movimiento de las llamas desnuda sin permiso a aquello que arde en nuestra intimidad, para obligarnos a sentir, a conocernos, a iluminar la riqueza que nos habita y a escuchar en el crepitar de las brasas las voces de nuestro ser más profundo.
El sol va corriendo el velo, así el silencio y el calor de la hoguera desentraña nuestra esencia devolviéndola a la luz.
Se alejan los días de niebla espesa, la luz trae la claridad de hombres nuevos.
Saladillo, 8 de julio 2025
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