domingo, 10 de agosto de 2025

Sirio y el viejo

 Suenan los acordes de un violín mientras se despeja la niebla. El gato acurrucado entre las piernas levanta la cabeza, busca un mimo y vuelve a apoyarse sobre el brazo inmóvil del anciano. Sentado en su viejo sillón, algo vencido y de tapiz ajado, deja que su mirada celeste se pierda a través de la ventana. Sus manos descansan sobre el suave pelaje de Sirio que duerme en su regazo. Arrugadas por el tiempo, cada marca es una historia, una época, un trabajo, un sufrimiento, mil caricias que dibujan el mapa de su vida, sin papel, sin lápices de colores ni tinta. El sol, que por ahora es una línea breve y delgada en el horizonte, los ilumina  y apenas los abriga. Pasa un chimango, con su vuelo corta por la mitad el paisaje tan quieto y arranca con sus alas los pensamientos, vuelven los recuerdos y el anciano sonríe. Los acordes del violín callan, es hora del silencio, de la memoria, del adiós al horizonte, a la niebla, al sol que crece, y de viajar a las estrellas. Sirio levanta su cabeza, se acurruca, y viaja junto al viejo.



Los laureles, Saladillo, 10 de agosto 2025

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