Sentada en la reposera al sol, piensa en que así producirá la vitamina D para la salud de sus huesos. De repente y con pausa inspira profundamente la brisa hasta sentir que el aire inunda todo su cuerpo, quita los pies de sus sandalias y los apoya en el césped. Percibe la suavidad del pasto recién cortado y se hunde como raíz en la tierra. Extiende su mirada hasta que sus ojos se hacen uno con el cielo puramente celeste, atravesando las hojas del roble prontas a abrigarla bajo su sombra.
Habrá transcurrido una hora o poco más.
En ese tiempo, los tres tiempos se hicieron uno, presente, origen y destino.
Todo se hizo en ella, y ella se supo parte de un todo, antes ajeno.
Los laureles, Saladillo, 01 de octubre de 2025
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