Poco a poco las ramas desnudas comienzan a vestirse como sabiendo que amanece más temprano y se alargan las sombras al atardecer. Se va dibujando un encaje verde y tímido. El horizonte agudo del invierno se suaviza con un follaje que se abre hermanando paisajes.
Permanecen algunos charcos que resaltan con su brillo acuoso, y los que ya fueron bebidos por la tierra dejaron tras de sí una alfombra verde, frágil y tierna.
La brisa es fresca, tenue y envolvente, caricia del aire, abrazo de una ausencia.
Las flores del azurero se abren atrayendo abejas y perfumando la brisa; las golondrinas volvieron con su vuelo veloz y su peculiar canto en tanto van construyendo el nido en algún rincón protegido.
Chimangos y teros, horneros, chiflones y cotorras, zorzales y palomas, entre todos orquestan sus voces llenando de música el silencio. El viento sopla y da continuidad a las notas.
Mañana de campo y primavera.
Los laureles, Saladillo, 02 de octubre de 2025
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