Alerta amarilla anunciaron desde temprano, el aviso llegó ayer para ser precisos.
El alerta nos anticipa, nos hace preparar todo para enfrentar cualquier adversidad que, en este caso, los vientos fuertes y las ráfagas violentas puedan afectarnos.
Así lo hacemos y desde la seguridad de estar prevenidos esperamos la amenaza, atenta la mirada, prestos los oídos.
La mañana pasó serena, el mediodía también, así pasaron las horas, y uno va aflojando tensiones..."Tal vez se equivocaron, o en su locura, el aire cambió de dirección", porque, a lo sumo, nos está llegando una brisa fresca y acelerada que nos agrada sentir en la cara mientras nos sacude con suavidad el poncho o la ruana.
Vamos desviando la atención a la vida sin alerta; así, después del almuerzo nos echamos a una siesta tranquila relajando ojos, oídos y latidos.
Algo nos arranca del sueño, en mi caso, el peso inusual de los gatos sobre mi pierna, que bien saben que no los dejo, la perra aúlla y se mete debajo de la cama, entonces, veo por la ventana a los álamos reverenciar y a los eucaliptos doblegarse...empiezo a creer; a pesar de los avisos, a pesar de los anticipos...cuando la realidad nos avasalla, dejamos de dudar...cosa para pensar.
Recorro la casa, los vidrios tiemblan, escucho ruidos en el techo de chapa, salgo a mirar si han caído ramas y si la antena sigue en pie. Algo me empuja, tropiezo con la perra que me seguía a mis espaldas. Una ráfaga helada me pega en la cara. Todo está en orden. Logro entrar no sin esfuerzo. Me aseguro que todo esté bien cerrado mientras escucho el silbido atravesar las hendijas y el golpe despiadado de un aire enfurecido sobre puertas, paredes, troncos y almas. Lo veo correr a través de los cristales.
Sin atardecer sobrevino la noche, y con ella, el corte de luz, si hasta los postes de alumbrado cayeron abatidos por las ráfagas. Serán horas de fuego ardiendo en hogares, cocinas, salamandras o braseros, noche de sopa caliente, de vino, pan y velas, faroles de noche alumbrando oscuridades.
Habrá techos que vuelen, casillas débiles intentando resistir, refugios azotados en su precariedad. Seguramente habrá lágrimas; unos llorarán sobre lo propio, otros sobre lo ajeno.
Pasa la vida, la realidad tantas veces avisa, anticipa, se la cuestiona, se duda, se niega...y cuando la realidad azota, se cree...(más allá del alerta amarilla, en este caso, por fuertes vientos).
Los Laureles, Saladillo, 22 de junio de 2025
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