Ya es de noche. Cerca, y a lo lejos, unas luces se distinguen en la oscuridad temprana del invierno. Ella cierra los ojos y la imaginación atraviesa puertas y ventanas que las luces solitarias sugieren....
El fuego arde en una chimenea, el guiso de papa y carne se cuece sobre el hierro de la cocina, alguien corta el pan mientras el mate acompaña hasta la hora de la cena...
Un velador con su pantalla algo desvencijada echa luz ámbar sobre la almohada. La cama, de madera oscura, la sábana de blancura ajada y la manta de colores vivos que tejió la mujer que bajo ella descansa. Los lentes puestos, las manos arrugadas, y entre ellas el libro de páginas amarillas despidiendo aroma a romances y viejas aventuras...
Dos velas encendidas enmarcan el cuaderno en el que el niño dibuja letras y desentraña cuentas, en tanto su madre, junto al farol de querosene, zurce sacos y medias; el padre, arma la hoguera alrededor de la cual compartirán la sopa caliente y la galleta...
La más pequeña de las luces, la más lejana, alumbra sólo la mitad de un rostro, quedando la otra en la sombra de la soledad. La silueta está tan quieta e inmóvil como el banquito que la sostiene. De poncho y boina viste en silencio , con el humo del cigarro colgando del labio jugando en el aire, dando un soplo de movimiento en la escena bajo la noche fría y oscura...
Abre los ojos. La vista vuelve a la luz cercana, a la cocina que espera, al mate ya frío, a la noche temprana del invierno, Calienta la olla, separa en el plato algo del puchero, se sienta a la mesa y mira por la ventana las luces lejanas.
Los laureles, Saladillo, 09 de junio de 2025
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