Pasaron muchos meses desde la última vez que saqué del armario la canasta del tejido. Se me ocurrió que era hora de continuar. No falta mucho para terminar las tiras que, unidas, se harán manta.
Había comenzado a tejerlas varios años atrás cuando María Julia me lo propuso para entregarlas a personas necesitadas, de bajos recursos, sus " clientes", como ella los llamaba. En un principio ambas tejíamos y uníamos los cuadros hasta que la espalda y la vista ya no se lo permitieron.
Sabe Dios cuántas hicimos en estos años y qué piel hoy estarán abrigando.
Recuerdo la primera hecha con restos de ovillos y cosida sobre una tela de polar. De esa manta supe su destino: una anciana. Nunca conocí su nombre ni su rostro. Fue la primera que vez que sentí que abrazaba un cuerpo a la distancia, una persona tan cercana a mis manos, a mi silloncito frente a la ventana, a la canasta llena de ovillos de colores, y a su vez, tan lejana como desconocida.
La calidez que me envolvió al entregar aquella primera, fue y sigue siendo el motor que mueve las agujas dibujando un sencillo punto Santa Clara. Tejer es abrazar con el alma.
Los restos de ovillos que juntamos se fueron acabando y comencé a comprar por kilo madejas enteras en un local mayorista de Once. El motor encendido no dejaría de funcionar.
María Julia se fue un septiembre a seguir tejiendo generosidad con los ángeles dejando para siempre en mí su mirada cómplice mientras me decía: " Qué hacés que no estás tejiendo? - con la voz tierna de una madre amorosa, voz que la muerte me arrebató hacía varios años, pero que en la voz de María Julia volvía a escuchar.
Tengo ya bastante avanzadas las tiras tejidas. Me pregunto ¿porqué la pausa de tantos meses? Tal vez porque la canasta se dividió: algunos ovillos prendidos a un juego de agujas se mudaron a la chacra y otros quedaron aquí en la casa de Belgrano, en donde espera una bolsa de consorcio llena de madejas para ser ovilladas.
En octubre pasado se detuvo el tiempo. ¿ Quien ovillará ahora? ¿ Quién me preguntará qué color ovillo primero?
Seré yo quien arme la ovilladora manual de tu madre y me siente con paciencia en la silla que ocupabas para desarmar las madejas y hacerlas ovillo.
En ese quehacer que aún no me animo, estarás presente alentándome a seguir tejiendo.
Desarmar la madeja para hacerla ovillo, y tejer la vida.
Buenos Aires, 23 marzo 2025