martes, 30 de octubre de 2012


La sopa es un sueño de colores humeantes dibujados por el hambre en el fondo del cuenco vacío.

Umbral


La rosa blanca no dejaba de mirarla a través de la ventana. La sombra de la flor y un haz de luz jugaban sobre su rostro pálido, enmarcado por los mechones que fueron perdiendo vigor al compás de los años.
Mi mano recorría la piel de sus piernas abandonadas. El aroma frutal de la crema humectante se quedaría para siempre entre mis dedos, y sus pies tibios lo llevarían donde no hay huellas ni pisadas.
Fue un paso veloz a través de memorias transitadas por ambas.
Un viaje sin retorno imposible de detener. Sin cabida para un descanso, una disculpa, o una palabra. Todo había ocurrido y ya no sucedería jamás.
De nada sirvió la lágrima que rompió el silencio de tantos años. Ella no me hizo caso. Sonrió, y se fue; dejándome el perdón suspendido en el misterio de sus párpados cerrados.