sábado, 4 de junio de 2022

Soledad

 

El mundo gira,

me mareo….

las personas crecen,

 me minimizo,

el cielo se abre,

mi alma se oscurece…

desaparezco

aunque el cuerpo insista

 en ocupar un espacio

por dentro vacío…

Sino

 Cerrar el ciclo, dejar ir....que se retire sin dolor lo que tenga que irse, sea cual o quien fuere, sin dejar de agradecer lo vivido, lo compartido, la enseñanza y el aprendizaje...despedir sanamente.

No forzar, no retener, decir adiós desde la profunda sinceridad que abre la puerta del alma, libre.

A quien fue por muchos años profesor del Taller Literario...Gracias Ricardo Rubio!

 

Una mesa grande, cuatro cuadernos, a veces cinco, alguna que otra tarde un poco más, siempre con una taza de té o café y las infaltables galletitas…la mesa está lista y la tarde se prepara para bañarse en letras. Va llegando la hora y se ocupan las sillas. Toca el timbre quien se sentará en la cabecera; en sus manos,  alfajorcitos de chocolate y la magia comienza.

Con su mirada profunda y tierna, su risa franca, su alma poeta y su increíble dominio de la lengua, nos regala conocimiento, nos lleva de la mano a historias ,cuentos y poemas , nos hace entrar en mundos ajenos y autores diversos, no escatima sabiduría ni experiencia, y como excelente docente nos impulsa, nos impele a entrar en lo más profundo de cada uno, a crear y a recrear, a no temerle a la metáfora, a sorprendernos con términos que nos hacían reír en un principio, para luego reconocerlos como recursos y plasmarlos en nuestros avances, así fue con el oxímoron, hipérbaton, anáfora, elipsis…mientras el aire se llenaba de desafíos imaginando personajes,  mundos perfectos,  relatos bucólicos, dramáticos y hasta con cierta sensualidad…siempre de su mano, que nos sostiene en el aprendizaje y nos libera en la creación.

Pero no solo fue para nosotros  un maestro y poeta excepcional, sino la persona cálida, generosa, humilde en su sabiduría y sensibilidad, buena y atenta, con quien tuvimos honor y placer de compartir tantos años alrededor de esa mesa bañada en letras, en tardes que corrían detrás de una noche que jamás terminará.

Gracias Ricardo!