Una mesa grande, cuatro
cuadernos, a veces cinco, alguna que otra tarde un poco más, siempre con una
taza de té o café y las infaltables galletitas…la mesa está lista y la tarde
se prepara para bañarse en letras. Va llegando la hora y se ocupan las sillas.
Toca el timbre quien se sentará en la cabecera; en sus manos, alfajorcitos de chocolate y la magia
comienza.
Con su mirada profunda y tierna,
su risa franca, su alma poeta y su increíble dominio de la lengua, nos regala
conocimiento, nos lleva de la mano a historias ,cuentos y poemas , nos hace
entrar en mundos ajenos y autores diversos, no escatima sabiduría ni
experiencia, y como excelente docente nos impulsa, nos impele a entrar en lo
más profundo de cada uno, a crear y a recrear, a no temerle a la metáfora, a
sorprendernos con términos que nos hacían reír en un principio, para luego reconocerlos
como recursos y plasmarlos en nuestros avances, así fue con el oxímoron, hipérbaton,
anáfora, elipsis…mientras el aire se llenaba de desafíos imaginando personajes,
mundos perfectos, relatos bucólicos, dramáticos y hasta con
cierta sensualidad…siempre de su mano, que nos sostiene en el aprendizaje y nos
libera en la creación.
Pero no solo fue para
nosotros un maestro y poeta excepcional,
sino la persona cálida, generosa, humilde en su sabiduría y sensibilidad, buena
y atenta, con quien tuvimos honor y placer de compartir tantos años alrededor
de esa mesa bañada en letras, en tardes que corrían detrás de una noche que
jamás terminará.
Gracias Ricardo!
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