Las sombras se
van aclarando bajo el abrazo tenue del sol de primavera. Abro los ojos con la
certeza de que estoy viva El color de las rosas y el perfume de los jazmines
así me lo confirman. Sin atender al dolor de la cintura, recojo las piernas y
apoyo los pies en la madera apenas tibia.
Dejé las
lágrimas secándose en la almohada para que el aire nuevo me dibujara una
sonrisa. Es el milagro que sólo advierto cuando las paredes de la habitación se
visten de ámbar como la sombra que ilumina la oportunidad desmayada en el
olvido, el persistente y extraño misterio de la vida.