Y de repente,
dejaron de existir. Así nomás, se fueron. Se comenta que estaban hartos… pero no
se sabe de qué. Desaparecieron. El reloj es ahora una esfera con una aguja
girando en forma continua, los días son días si hay luz, y cuando está oscuro es la noche, así de simple. Las masas finalmente volvieron a su
definición ocupando espacios, más materia, menos materia. La cantidad se
expresa de manera diferente, es poca, es mucha, casi nada o demasiado; la fecha
perdió identidad, el tiempo es ahora, hace un rato, ayer, antes de ayer o “hace
tanto!” .Las edades se mezclaron borrando fronteras y las personas se
identifican hermanados en sus nombres y agrupados en sus apellidos.
Las distancias
se hicieron cortas o largas, extensas o breves. Todo está aquí cerca, cerquita, o
allá tan lejos!
Los que están
desesperados son los precios, perciben un
drástico final…y no hay forma de hacerles entender que para mantener algo de
existencia deberían consensuar con el valor. Pero ellos adivinan, o saben, que
han de perder… Si ya no hay cifra que alentar. Andan abatidos conscientes de su ineptitud. Así fue como un día
cualquiera alguien anunció: "Se suicidaron los precios."
Y también se
comenta que las computadoras permanecen desde aquel momento en estado
vegetativo. Conectadas e inútiles.
Por todas partes
las nociones cobraron fuerza, liberadas del abstracto y abrazadas por los
conceptos.
Los hombres, en
el silencio de un mundo desconocido, quedaron incomunicados. Tantean como ciegos una realidad que se les escapa. Algunos presagian la propia
extinción. Otros, supieron de su esclavitud, comprendieron del espíritu
salvaje y misterioso de la vida.