martes, 6 de mayo de 2014

Del Sol

Los barquinazos le impedían cebar el mate y salpicaban con agua hirviendo sus muslos tostados por el sol de la playa.
Habían decidido casi a fin de año tomarse unos días de descanso, no solo del trabajo sino también de los hijos, el perro, la casa y las plantas.
Necesitaban respirar nuevamente el aliento del otro, sin interferencias. Saberse elegidos y recuperar la novedad de la elección. Solos. Unos pocos días.
Los sonidos del viento, la noche plena de estrellas, el sol brillante y la arena suave se encargaron de refrescar la piel de ambos y acercarlas lo suficiente para volver a nombrarse. Volvían como habían planeado volver. Renovados.
Se habían levantado temprano para acomodar las cosas en el auto, desayunaron con fruta, café y unas tostadas. Ella llamó para avisar la hora estimada de arribo a la casa. Las voces de los hijos se mezclaron con los ladridos del perro en un canto de ternura a través del teléfono. Las palabras de los chicos se enredaban diciendo que los habían extrañado y que estaban preparando sorpresas en la casa para recibirlos. Cuando cortó la comunicación, no pudo menos que sonreír y reconocer que ella también sentía deseos de abrazarlos y volver a verlos.
Cuando salieron a la ruta, estaba despejada. Pocos autos y casi ningún camión. Pudieron deleitarse con un amanecer de oro pintando de rojo el horizonte.
A medida que avanzaban el tránsito se iba espesando bajo un sol que se desplazaba nítido por el cielo claro.
Los camiones iban conquistando el camino a medida que los kilómetros disminuían. El resplandor privaba de colores al entorno y cegó por un instante la mirada.
Ella apretó el termo entre las manos para intentar mantenerlo en equilibrio y cebar el último mate.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente! (Y)

Laura dijo...

Dios mío! Sutileza y brevedad para narrar una tragedia. Muy bueno Marta!