sábado, 8 de noviembre de 2008

Cuento: El agua



El río desbordó con inesperado desenfreno. Hace tres días que se adueñó del caserío, sumergido en las aguas barrosas, y ya, malolientes.
Unos pocos lograron improvisar una balsa que impulsaban con las ramas emergentes de los árboles. Desde las ventanas y los techos, familias enteras señalaban su permanencia con faroles sucios o linternas viejas.
La balsa se acercaba a cada casa y a ninguna. Poco se podía hacer en este precario recorrido. Sólo escuchar y contar el número de personas atrapadas, como si saberlo fuera importante.
Aislados por el desastre, en un páramo que no tiene lugar ni en los mapas regionales, las aguas se unen en una paradoja que sólo resuelve la contención y la espera.
Hasta las lágrimas engrosan el caudal del cauce descontrolado. ¡Demasiada agua! Ironía de los gritos de los hombres sedientos y deshidratados en medio de una inútil abundancia.

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