lunes, 21 de diciembre de 2009

Del instinto y otras cosas...

El instinto

No es palabra que se precie, ni objeto, ni sentimiento. Es un huésped que la vida invitó sin nuestro permiso, con una razón que la razón doblega y una fuerza adormecida por la lógica.
Y son esa lógica y aquella razón sus asesinas. Tras su muerte, muere hasta la vida.

La pasión

Es efímera, profunda y escandalosa. No hay quien la detenga aunque a veces la adormezcan. Solo el tiempo la apacigua pero nunca pierde fuerza. Es la razón por la que ardemos en un campo de cenizas y es el grito que revienta cuando duermen las entrañas y se calla la memoria.
Es el alma de quien la encuentra y el verdugo de quien no la despierta.

La nostalgia

Un dolor respetuoso de la memoria se desgarra en silencio y llora con una lágrima perpetua.
Vive lamiendo el recuerdo como si fuera la ambrosía que sostiene su alma, y a veces, mastica con furia el mañana.
El ayer tardío es su cómplice y el hoy la desventura.
No se sabe si es elegida o electora de los lugares donde se instala, pero esta dama de encajes y puntillas barre siempre hacia delante dejando sin mancha el camino andado y echando polvo a la baldosa que aun no pisa.

El recuerdo

Puede acariciarte o clavarte un puñal, lo mismo da. Lo hace escondido tras una imagen o una voz, un aroma o una sazón, ¿acaso importa? Abre las puertas con su bastón blanco, cualquiera de ellas, sin golpear. Así es como te encuentra en alguna de las poses de tu día y te invade con los harapos de lo que nunca volverá.
Esquivo cuando lo llamas e impertinente cuando lo olvidas, se acomoda en un lugar más allá de la memoria…mucho más allá. Su piel se hace más tersa a medida que tu piel se seca.
Y cuando tu piel ya no tenga a quien cuidar se mudará, joven y fresco, a recrear otra historia.

La ansiedad

Una mujer, a veces gruesa y maloliente, de uñas romas y ojos saltones, otrora de facciones angulosas y vientre enjuto, la que exhala humo por su esquelética nariz y sus labios sangrantes.
Se alimenta del tiempo que se toma su tiempo, de la respuesta que se queda en la pregunta y de la duda improbable que anida en la certeza.
Habla, tiembla, murmura y muerde. Borbotea vida con acoso incesante, y por ella, la vida muere.

La tristeza

Conocí lo que nadie ha visto y vi lo que nadie ha tocado.
Fui más allá de lo que los ojos muestran y he palpado texturas sin piel que me detenga.
He ascendido por sobre la luz y la oscuridad me lanzó a la profundidad sin fin, donde es difícil reconocerse.
He bebido lava, y la furia del océano me ahogó hasta no poder gritar.
Nadie me llevó tan lejos como ella, de su mano mordí la roca y me tragó el laberinto.
Junto a ella, hoy, exhausta…sólo lloro.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Es la tuya una línea poco frecuentada por los nuevos escritores, la que intenta tocar las sensaciones como si fueran parte del universo físico, desarticularlas y entregarlas en piezas para su estudio, para la mejor explicación/comprensión de lo que el autor "ve" y siente ante las palabras de gran espectro o abstractas. Es un psicologismo al que se acercó Nira Etchenique, y no es esta una comparación peyorativa sino todo lo contrario, ya que Nira, por generación, no tuvo acceso a las actuales novedades.
Un abrazo, y adelante con los corceles.

Hacheaefe dijo...

Hola Marta, buenas tardes. Recién hace unos momentos que me enteré por Ricardo que tenías un blog, y ya me suscribí para seguirte. Respecto de lo que comencé a leer, quiero decirte que me gusta. Tal vez yo también sea un huésped que la vida invitó sin tu permiso,pero quizás sea porque sin querer respondo a tu súplica de "Por favor, Dios, dejalos venir un rato". Lo que creo es que "cuando te venga a buscar y juntas salgan en la noche helada sin temblar", no va a ser necesario que pidas que recuerden, porque seguramente no habrá una única tristeza que empañe la luminosidad de la luna, sino un brillo propio que ilumine el camino. Te felicito. Héctor.