martes, 19 de enero de 2010

La noche distinta

La luna aligera su ropaje ante el sol nuevo. Ni plata ni oro, el paisaje luce neutro.
Ella mira el entorno como si éste la tragara, sediento de su seda desgarrada.
Camina entre las matas que muerden sus tobillos. No siente la sangre que mancha sus sandalias, sólo un dolor en el pecho que aprieta con su mano.
Los pájaros coronan su cabeza con un canto lastimoso, solidarios con sus lágrimas. Ya estaba cansada de correr, de huir de la bajeza. Sabe que dejó atrás dos bocas hambrientas en un cuarto alquilado, un ropero con tres vestidos y tantos manoseos, desvelos que le dieron poco de comer y nada para elegir. Se había acostumbrado, ya llevaba muchos años tomando de sus días lo que la noche le robaba. Pero ayer… fue distinto.
Anoche, fue violada.

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