En la curva de tu espalda
reposan los sueños y el cansancio de la infancia,
se almacenan los changos
cargados de leche y dulce,
del pan y el milagro
que nutren la hora temprana.
En la curva de tu espalda
se acomoda el vientre
donde el aliento encontró su cuna
y se dibuja el pecho
tendido en ofrenda
hacia una especie que aún domina.
En la curva de tu espalda
se enredan dudas y lágrimas,
la fuerza y la impotencia,
el abrigo de las noches, la soledad
y la impertinencia de las mañanas.
En la curva de tu espalda
no hay descansos ni rincones
donde ocultar arrugas o estrías,
muecas, o el dolor de las sonrisas.
Tu espalda que se curva
bajo el peso de una duda,
aquello que no supiste,
esa piedra que cautivó tu inexperiencia,
y que en silencio,
aún dibuja horizontes.
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