En un principio, desperté los sabores escondidos
en el arco iris infinito,
de la inocencia de aquel tiempo sin tiempo para prejuicios.
Una mañana, supe que podía elegir
y la memoria señaló los preferidos.
Degusté manjares y bebí del néctar y el espíritu,
expandí mi aliento y recogí fragancias
que maridaron en el alma y hoy
embeben, serenas, las conquistas.
El aroma del té reposa en el atardecer
y olvida lo que supo a fracaso,
impregnando la noche en que me despido,
el perfume de la mañana me será esquivo.
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