viernes, 26 de marzo de 2010

La vida

En un principio, desperté los sabores escondidos
en el arco iris infinito,
de la inocencia de aquel tiempo sin tiempo para prejuicios.

Una mañana, supe que podía elegir
y la memoria señaló los preferidos.
Degusté manjares y bebí del néctar y el espíritu,
expandí mi aliento y recogí fragancias
que maridaron en el alma y hoy
embeben, serenas, las conquistas.

El aroma del té reposa en el atardecer
y olvida lo que supo a fracaso,
impregnando la noche en que me despido,
el perfume de la mañana me será esquivo.

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