viernes, 12 de julio de 2013

Impulso

Colgó el auricular del teléfono. Estaba tan sorprendido que no cabía en la cordura. A pesar de que el tiempo y las circunstancias jamás le escondieron señas ni le ocultaron indicios, el desconcierto de lo irrevocable lo abrumó a punto tal que de un tirón volteó de la mesa los portarretratos. Los vidrios se desparramaron por el piso como sus lágrimas en las mejillas alteradas por la furia.  El dolor punzante de la esperanza traicionada lo vence y cae de rodillas. El cuerpo tiembla. La sangre se detiene y se acumula. Golpea. La siente en sus venas, lo ataca, pero no lo paraliza. Se levanta. Ahora la mirada es distinta, está seca. Los labios tensos, y la mano crispada busca el arma y la empuña con certeza, la que nunca sacó del cajón de la mesa de luz, la que compró porque ella le insistió, la que nunca estuvo de acuerdo en comprar. Ahora sí. Ella lo quiso, ella enfermó, ella luchó con fuerza, ella tenía esperanza. Ella está muerta, y él, decidió irse con ella.

1 comentario:

gaby rolon dijo...

me encanto! fuerte y hermoso!!