Colgó el
auricular del teléfono. Estaba tan sorprendido que no cabía en la cordura. A
pesar de que el tiempo y las circunstancias jamás le escondieron señas ni le
ocultaron indicios, el desconcierto de lo irrevocable lo abrumó a punto tal que
de un tirón volteó de la mesa los portarretratos. Los vidrios se desparramaron
por el piso como sus lágrimas en las mejillas alteradas por la furia. El dolor punzante de la esperanza traicionada lo
vence y cae de rodillas. El cuerpo tiembla. La sangre se detiene y se acumula. Golpea.
La siente en sus venas, lo ataca, pero no lo paraliza. Se levanta. Ahora la
mirada es distinta, está seca. Los labios tensos, y la mano crispada busca el
arma y la empuña con certeza, la que nunca sacó del cajón de la mesa de luz, la
que compró porque ella le insistió, la que nunca estuvo de acuerdo en comprar.
Ahora sí. Ella lo quiso, ella enfermó, ella luchó con fuerza, ella tenía
esperanza. Ella está muerta, y él, decidió irse con ella.
1 comentario:
me encanto! fuerte y hermoso!!
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