domingo, 12 de abril de 2009

Casandra - Una de parcas

Casandra

Se fueron. Estaban heridos hasta el llanto, y dejaron colgadas en el aire las palabras que desnudaron sus sentimientos. Fueron horas de un monólogo del alma.
Veo sus espaldas reducirse a través del cristal de la ventana. Siento lástima por ellos, no por su herida, sino por su ceguera. No vale la pena avisarles de nuevo. Escucharán, como siempre lo hicieron; no son sordos, sino soberbiamente incrédulos.


Una de parcas

Hacía mucho calor. Sin embargo, no podía dejar de correr. El pullover de hilo que había estrenado esa mañana se me pegaba al cuerpo sin dejar siquiera un espacio sobre mi piel por donde el sudor se escurriera. Estaba tejido a mano y a medida, tal como rezaban las recomendaciones, por la más hábil especialista.
Llegué a su casa y toqué el timbre. Me respondió la indiferencia del silencio. Sacudí con violencia la puerta. Sin otra alternativa, se abrió dejándome pasar al vestíbulo en sombras, donde ella tejía sin cesar y sin levantar la mirada.
- Me ahogo – le grité – ¡ este saco está maldito!
Sus ojos pardos atravesaron los míos.
- Yo sólo hilo, la prenda sobre tu cuerpo, es asunto tuyo.

No hay comentarios: