lunes, 28 de noviembre de 2011

La ferretera

Ya son las siete y media, mejor voy bajando la persiana. No vaya a ser que sobre la hora de cierre aparezca un cliente nuevo. Tenías razón, la ferretería es muy absorbente. Esta tarde estuve pensando mucho en vos; vino una chica de unos veinte años vestida con una de esas remeras tan cortitas que parecen una vincha fuera de lugar y me pidió algo que sólo pude haber conocido a tu lado, en aquellas tardes revolviendo y ordenando cajas en la trastienda, apurando mates tantas veces fríos … mirá si yo, mujer de veredas y escobas, voy a saber lo que es un baremo. Si me habrás aburrido tardes enteras contándome de clavos, tornillos, sacabocados y cientos de objetos que para vos y otros pocos más son de enorme utilidad.
Como te imaginarás, me sentí realmente orgullosa de no poner esa cara que tanto me criticabas cuando no entendía o no sabía lo que buscaba un cliente. Supongo que vos también estarías orgulloso.
Pero no se porqué hoy estoy tan amable con vos, como si te hubieras muerto y yo fuera la viuda fiel y acongojada del mejor ferretero del pueblo, si en este preciso instante tal vez estés retozando como un cabrito acá nomás, a la vuelta, en los brazos de esa mujer que vino a quedarse como la inocente y pobrecita peluquera.
Si, mejor voy cerrando…

1 comentario:

santii dijo...

muy bueee!!!!