martes, 25 de agosto de 2009

El camino

El sendero es tentador. Está bordeado de flores que invitan a ascender entre ellas hasta un lugar que se adivina luminoso.
Por debajo, las aguas quietas reflejan un celeste de dudosa realidad. La tierra, perfectamente alisada, ofrece un andar sinuoso y sin resistencia.
¿Por qué no recorrerlo? La curiosidad aumenta y el primer paso se mueve, cuando un ave, indiferente, perturba tanta decisión.
Lo observo detenerse frente al camino, ni las flores ni el aroma lo atraen; se va sin remontar vuelo.
Entonces dudo, y con la duda presto atención. El sendero no se sostiene, carece de apoyo y se lo traga el aire con un sorbo infinito.
La luminosidad se pierde a lo lejos, e intuyo, detrás, la oscuridad perpetua.
Me doy cuenta. Volteo la espalda y me alejo. El sendero se esfuma.
La muerte se fue a tentar a otro.

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