sábado, 3 de julio de 2010

Desalojo

El mate calentaba el hambre que la olla vacía no saciaba. El silbido helado que cantan las hendijas enmudecía la mano tiesa sobre el papel arrugado. La birome, sin capuchón, esperaba indecisa a un costado del codo flaco y desnutrido.
El hombre gordo suspiraba impaciencia con el portafolio de cuerina resquebrajada por la insolencia y la intolerancia.
Un simple garabato imposible de eludir constataría las deudas de la desocupación y la miseria, cerraría las hendijas para siempre y acunaría la pobreza bajo una manta y diarios viejos en alguna vereda acogedora.
Los ojos vidriosos fotografiaron en la memoria el catre desvencijado, la pava negra y abollada, el mate de lata y la bombita de veinticinco que colgaba de un cable raído.
Firmó. Se fue con la manta a saludar al viento.
El gordo dio la señal a los hombres de mameluco que fumaban afuera.

No hay comentarios: