lunes, 26 de diciembre de 2011

como de espuma...

El médico puso su mano sobre el hombro de Mercedes. La presión de sus dedos apenas rozó el anticipo de las palabras que escogería cuidadosamente para confirmarle que el bebé se había desprendido. Bastó la mirada.
Ella contuvo las lágrimas mientras escuchaba la voz tierna que le hablaba de tiempos, de esperanzas, de oportunidades, de tratamientos, de…tantas cosas que no le importaba ahora entender y menos, retener en la memoria.
Las manos se tendieron con calidez, y la puerta se cerró sugiriendo una próxima visita dentro de un tiempo prudencial.
Mercedes atravesó la sala de espera sin apartar los ojos del piso, el rabillo se distraía con vientres gozosamente vivos.
La calle vespertina la invitó a caminar entre sus luces. Llevó la mano sobre su cuerpo, le pareció vacío.
Se detuvo ante una vidriera. Blancos inmaculados y esponjosos, rosas tenues y mullidos, celestes espumosos, tonos de una inocente paleta de colores pasteles se debatían en una sinfonía de batitas, mantas, escarpines, baberos, caricias que se le escapaban de las manos por un designio incomprensible.

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