jueves, 15 de noviembre de 2012

Ciudad


Así sucedió. La cintura se fue agrandando sin estar encinta. No hubo mapa que la contuviera en estos últimos años. Se atragantó de inmigrantes y de pobreza. Se vistió de chapas y cartones, dejando los ladrillos como coraza de un corazón cada vez más pequeño. Algunos especialistas de turno debatieron para encontrar un método que frenara su espíritu expansivo. De alguna forma se arreglaron para evitarle agua y caminos, como si no les importaran esos brazos que permanecen abiertos aún desbordados.
A medida que los límites caían vencidos, la solidez tomaba forma y otras chapas se alzaban en los bordes  nuevos, cubriendo la tierra, alimentándose de futuras siembras.
Así ocurrió. La ciudad ahora es una y única, como el hambre que la habita

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