jueves, 15 de noviembre de 2012

Sierra Grande


La oscuridad es real, tan profunda como se define, y el silencio no existe a pesar de la ausencia de sonidos. Hace frío, pero la temperatura es estable. No hay corriente de aire, si bien son cientos los túneles que tal vez, por su disposición arqueada y sinuosa,  detienen en forma paulatina el soplo de la atmósfera.
Somos un grupo entre diez o doce, algunos menores. Se los percibe entusiasmados de la mano de los padres, quienes se muestran dudosos del coraje que los hizo venir.
El guía nos explica que estamos bajo una capa de 120 metros de tierra. Imagino la cuadra de mi casa repleta de polvo y terrones, la alzo en posición vertical y me coloco debajo. La sensación es inevitablemente atractiva, ligeramente apasionante, y un poco perturbadora.
Avanzamos guiados por las luces de las linternas. Siempre juntos, escuchando con atención las palabras del minero que oficia de guía, encantados con sus anécdotas y relatos.
Llegados a una boca cuya garganta se perdía en la profundidad invisible, nos pidió que recogiéramos piedras. Llenamos nuestras manos y antebrazos con todas las que podíamos. Las linternas alumbraban su rostro. Lo demás se escondía en la espesura de la oscuridad. Dijo: “Pongan en las piedras todos su temores, los dolores, aquello que no desean volver a vivir, los odios, los rencores, la avaricia, el egoísmo, las penas que necesiten olvidar.” El silencio por primera vez se hizo sentir. “Ahora – continuó-  arrójenlas por esta boca y escúchenlas caer…”
El estrépito se fue alejando en tanto la boca tragaba sin cesar aquellos trozos de nuestras vidas. El tiempo se prolongó como el sonido de la caída que parecía no tener fin. Hasta que el silencio volvió triunfante y se instaló en la sensación de cada uno.
Imaginé el fuego haciendo de la piedra un alimento, y al árbol, tomando de la tierra las memorias que lo nutren.
Ascendimos. El sol de un mediodía nos recibió rodeándonos de luz y aire tibio. Los más chicos nos miraron con sorpresa. Los escuché decir entre ellos: “¿Por qué sonríen?”
La ruta nos devolvió a lo de siempre, distintos. 

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