sábado, 24 de agosto de 2013

La presencia

Había sido un día entrañable, frío, diáfano, el jardín sereno, los pájaros yendo y viniendo de la rama al césped, besando rasantes el espejo de agua. La serenidad se hizo parte de mí. Cuando el crepúsculo se llevó la luz, entré y dejé la ruana recostada sobre el sillón. Encendí el farol de noche y puse las manos a trabajar para preparar la cena. Lo ví pasar entre la heladera y la puerta. Giré con rapidez la cabeza pero ya no estaba. Cortaba verduras en trozos pequeños cuando nuevamente se deslizó pasando a mi lado y deshaciéndose en la escalera.
La tercera vez, estaba parada frente a la cocina revolviendo el contenido de la olla y apenas percibí su paso atravesando la mesada.
En ese mismo momento, apoyé la cuchara de madera y analicé una a una las sombras. Se agitaban, sí, de pared en pared, de plano en plano, pero no se trataba de ellas.
Estaba tan tranquila que tuve la certeza de que no era una mala jugada de los nervios. Entonces, ante la evidencia del misterio pregunté: - ¿Quién sos?
Esperé unos minutos. - ¿Quién sos? – repetí -  Te vi pasar. – insistí.
Corrió por detrás del vidrio de la puerta– Ahí estás. ¿Quién sos? - Alcé la pregunta por encima de su silencio.
Quien sos? – fue la pregunta que jamás obtuvo respuesta. Si tenía voz, se la calló el silencio, pero su presencia fue suficiente. Suficiente para no dudar, suficiente para no entender. Apenas lo necesario para sabernos uno y otro iniciando una convivencia propia de relatos de fantasía o novelas de ficción.
No se porqué me eligió, tampoco intuyo qué le aporto o para qué le sirvo. Pero no se va. Y a mí, me llena la soledad.


No hay comentarios: