Tantos todos de infinitas partes,
partísimas idénticas de una diversidad interminable.
El uno marca lo único, el dos se abraza
y el infinito se multiplica.
Cada sol empuja los sueños de una misma luna,
los cuantos danzan en el océano y el abismo.
Nubes en el cielo, también en el útero,
es piel de electrones de curiosas texturas,
la misma que llora toda materia,
sea la primera estrella, o sea la última herida.
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