De repente fui
tan mínima. Toqué mis manos y las sentí como siempre. Mi barrio no se
distinguía, la ciudad era un dibujo, luego un croquis, tal vez se hizo punto y
desapareció. ¿Podía estar allá en la nada la perra ladrando a los insectos? Qué
ridículos se vieron los metros, y cuan minúscula era la tierra de mis sueños. ¿Tan
pequeña es mi ilusión, tan poco abarca la vida?
Y en los brazos
de lo nimio atravesé una línea. Todo es blanco. Todo es cielo. El sol no
encuentra refugio. Me tienta la suavidad de las curvas. Si parece que la recta
ha fallecido. La luz corre libre, nos abarca, nos dice sin disimulo. Observo
por el rabillo hacia mi derecha. El hombre duerme. Giro la cabeza y en la
izquierda me sumerjo. Percibo paz. ¡Será éste el paraíso?
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