jueves, 16 de mayo de 2013

Demasiada noche


Hace más de hora y media que está hablando de sus logros,  de los de su marido, de los de sus hijos, y doy gracias que no ha parido demasiado.
Claro que no parece ser una persona orgullosa o que cree que su familia es la personificación de la genialidad, no. Porque tras cada conquista narrada enumera con exacerbado detalle cada una de las complicaciones, obstáculos y dificultades que tuvieron que ser heroicamente superadas. El marido sostiene una sonrisa entre estática y plástica. Totalmente indefinido. El bebe café, como mi esposo, que escucha con cordialidad a la mujer de su nuevo compañero de trabajo.
Mientras bebo el té y percibo el aroma de la calma, pienso en mí, si tuviera que atravesar sólo dos de las circunstancias que describe, ya estaría agotada, frustrada, o tirada en algún rincón de la casa suplicando una terapia.
Me pregunto qué gesto de cortesía nos llevó a invitarlos a cenar.
No creo que valga la pena preguntarme porqué, más vale quisiera idear cómo hacer en el futuro para evitar cualquier tipo de encuentro, por más casual y mínimo que sea. Pensar me distrae. Observo la taza de té que está frente a ella. Debe estar casi helado. Agradecida voy a la cocina y le preparo uno caliente. Con una mirada casi pueril aprueba la generosidad del gesto y lo bebe de un sorbo. …. sigue y sigue hablando, nos vuelve locos, hasta el marido colgó definitivamente de la comisura de sus labios la curvatura de una sonrisa sin sustancia.
La letanía continúa, demasiados éxitos, demasiadas dificultades, demasiados, muchos demasiados para una noche que parece interminable.
Me levanté nuevamente. Percibí los ojos de mi marido hundiéndose en mi espalda, absolutamente convencida de que me suplicaba que volviera con una excusa creíble. Algo así como tener que salir de casa por alguna emergencia.
Pero no fue necesario. Desde lejos observé la piel de su rostro. La palidez iba ganando espacio entre sus gestos hasta que se desmayó.
El marido sobresaltado se deshizo en disculpas. La llevó en sus brazos al auto y partieron con urgencia al hospital más cercano.
Espero no haberle puesto demasiado…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno. Iba sintiendo la pesadez de la mujer a medida que avanzaba en el relato, y me alegré del final. Si pusiste demasiado, se lo merecía. Héctor.