Aún está oscuro cuando abro los ojos ya sin sueño. Las cinco de la mañana me ocultan el paisaje que adivino tras la ventana. Los contornos se aclaran mientras silba la pava, la taza se llena y la tostada cruje con sabor a manteca. El sol, tímido, es apenas una línea que se va llenando de mañana. El cielo está limpio y el aire fresco.
Las calandrias cortan con su vuelo la redondez ahora perfecta del sol que ya se alza abrazando la tierra.
Los frutales esperan, y escuchan con gratitud la voz de quien se acerca para cuidarlos y protegerlos. Lo sabemos por la dulzura de sus frutos, de sus flores la recompensa.
La tarde se recuesta agobiante entre silencios y siestas. Las moscas sobrevuelan.
Se despereza la modorra mientras el mate se completa, las nubes efímeras corren dejando sin esperanza a la tierra reseca.
Asi cae la tarde, con los sonidos de siempre, los que renuevan al alma que sabe quedarse quieta.
Noche bendita bajo la claridad de las estrellas y el murmullo de los árboles atravesados por las ráfagas frescas de un viento que corre con fuerza.
Abrir los brazos mirando al cielo y que el aire se lleve toda tristeza, vacíe el alma de impurezas para abandonarnos al sueño y a la belleza.
04 febrero 2024
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