domingo, 22 de septiembre de 2024

para adentro...

 Tarde de un día especial, un día sin charlas, un día en que sólo suena la propia voz.

El silencio es habitado por la brisa de la mañana calurosa, el canto de las calandrias y el aleteo de las golondrinas. El rosal sólo extiende sus ramas para la poda.

Me dedico a ordenar los espacios mientras el sol asciende entre nubes blancas, traviesas, de exacta redondez.

Llega la siesta después de un breve almuerzo servido en el plato que robó sobras a la heladera.

La tarde se armó entre varias lecturas; novelas, algunas noticias, el semanario de los viernes.

Las horas avanzan, el agua fresca alivia, el mate acompaña, el tejido avanza.

Va cayendo un crepúsculo gris, transito el camino invadido por mosquitos.

El cielo anda queriendo oscurecerse. La ducha de agua fría barre con el calor, la humedad y el repelente incrustado en la piel.

Es noche y la copa de vino acompaña. De repente,  el techo suena, los eucaliptos se inclinan y el viento insiste en entrar por la ventana. Las gotas gruesas entonan una sinfonía en la chapa y las baldosas.

Se corta la luz, enciendo el farol a kerosene. Un trozo de pan con queso cierra esta noche sin estrellas, bella en su silencio, fresca en su aire, íntima y serena.


22 de febrero 2024

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